CRÓNICA
Ácida inmersión de La Zaranda en el mundo de los sin techo
La Zaranda agita el Romea con 'Ahora todo es noche', una perturbadora visión con toques de humor de la vida de los desahuciados
César López Rosell
Periodista
César López Rosell / Barcelona
Son invisibles porque nadie los quiere ver. Forman la legión de mendigos y desplazados sin techo que están aparcados en cualquier esquina de nuestras calles. Se buscan la vida como pueden pero nadie les escucha. La Zaranda, que cumple 40 años de comprometida relación con el teatro más artesanal y social, ha decidido darles voz con ‘Ahora todo es noche (Liquidación de existencias)’. El montaje, coproducido por el Teatre Romea, agita estos días la sala de la calle Hospital por el realismo de un retrato esbozado con un lenguaje que mezcla la tragedia con el humor más esperpéntico y la hondura poética. Las señas de identidad de este grupo de culto están presentes en esta ácida y tierna inmersión en el mundo de los marginados.
“Aquí está el universo de la compañía, sus heridas y cicatrices, su desarbolada imaginería, su desgarrada voz, sus personajes desahuciados”, señala el programa de mano de presentación de una obra con texto del poeta Eugenio Calonge, habitual compañero de aventuras de estos supervivientes de la escena. La producción riza el rizo del riesgo ético y estético característico de sus cuatro décadas de entrega a un teatro entre tradicional y rupturista en el que la mirada a lo más profundo del interior del alma humana preside sus actuaciones.
En el montaje hay guiños a los clásicos a través de personajes a los que arrebataron sus reinos
El relato se acerca, con gran riqueza de matices, al mundo de los tres perdedores que se encuentran de noche defendiendo su territorio en cualquier estación, aeropuerto o cajero. En un carrito de supermercado o en una maleta en la que viaja toda una vida dentro transitan de un lado a otro propagando patéticamente que la suya es “una crisis pasajera”. En el dibujo de sus perfiles hay guiños a los clásicos a través de personajes a los que les arrebataron sus reinos como Segismundo, Prometeo y el rey Lear, del que uno de ellos luce su corona para transmitir la metáfora de que todos llevamos un mendigo, real o potencial, dentro.
“Me ha mordido la pobreza, me ha mordido el hambre, me ha mordido la burocracia, nos han mordido de tantas maneras…”, expone quien está acostumbrado a convivir entre ratas. “Creías que nunca podría ocurrir y, de pronto, te pasa a ti”, expresa otro. El texto, recreado por unos actores que interpretan a sus personajes con una veracidad extremadamente real, conmueve a un espectador obligado a mirar de cara a un drama que no quiere ver cuándo se encuentra con él en la calle.
Paco de la Zaranda, a la vez actor con el nombre de Francisco Sánchez, dirige con pulso preciso acciones y coreografías que no escatiman detalles de la vida cotidiana de estos excluidos del tejido social. Gaspar Campuzano y Enrique Bustos completan, con andares fatigosos y voz gastada, al trío de protagonistas. Un gran trabajo en una obra estremecedora que te encoge el corazón pero que ofrece suficientes dosis de ironía como para no convertirla en asfixiante.
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