CONCIERTO EN SIDECAR

King Creosote, un soñador en un mundo prosaico

El músico escocés, ajeno a modas y normas, ha roto su año sabático para una gira europea que pasa por Barcelona

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Juan Manuel Freire / Barcelona

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Kenny Anderson, alias King Creosote, es un músico ajeno a las normas de la industria. De entrada, saca sus discos cuando quiere, no cuando le dejan, y cuando quiere es bastante a menudo: su discografía reúne más de una cincuentena de álbumes, solo algunos fáciles de localizar. Ser un completista de Creosote podría ser un trabajo a jornada completa. Él, por su parte, asegura coleccionar compulsivamente a "William Basinski, Brian Eno y Talk Talk".

Más que alérgico a la industria, Anderson es alérgico a la modernidad en general. En lugar de mudarse a Londres a la primera de cambio, ha vivido casi toda su vida en la costa de Fife, el mismo rincón de Escocia del que salieron James Yorkston y The Beta Band. Ahora vive en Crail, cerca del fiordo de Forth. "Enseguida me entra el nerviosismo –explica–, e incluso algo de pánico, si estoy rodeado de tierra durante mucho tiempo. Soy un marinero terrible, pero el mar, creo, te ofrece una huida de todos los problemas de la vida en la tierra".

Quienes no tengan el mar cerca pueden escucharlo en los discos de folk portuario y pop ensoñador de King Creosote, entre los que destacan 'Diamond mine', 'From Scotland with Love' o el que el jueves presenta en Sidecar (21.00 h.), 'Astronaut meets Appleman', sobre el choque tradición-tecnología. "Sobre eso", apunta Kenny, "y sobre cómo siempre hay algo que nos baja los humos a los humanos para recordarnos que somos criaturas frágiles. Deberíamos haber detenido el progreso unos años antes de que se activara Internet, y desde luego, antes de que la globalización occidental echara raíces".

Revelación tardía

Anderson empezó a hacer carrera como King Creosote a mediados de los 90, cuando cofundó el sello Fence, emblema escocés del 'hazlo-tú-mismo'. Después de un puñado de CD-Rs, empezó a coeditar sus discos con el sello Domino y, más adelante, una marca subsidiaria de una multinacional. Anderson describe esta última experiencia como "desastrosa". Casi como una venganza involuntaria, poco después de recuperar autonomía publicó su disco de revelación tardía al gran público, 'Diamond mine', colaboración con el músico electrónico Jon Hopkins.

'Diamond mine' supuso un cambio de sentido tanto para Anderson como para Hopkins: el primero abrió sus estructuras pop y el segundo pasó de los 'beats' para ir en busca de 'sonidos encontrados': "Incluyó muchas grabaciones de campo que hizo mientras visitaba Crail y Anstruther en el 2010", señala Anderson. Flotante, evocadora, indeciblemente emotiva, su colaboración obtuvo una justa nominación al premio Mercury en el 2011 (perdió a manos de PJ Harvey y 'Let England shake').

Una de las mayores fans del disco fue la directora Virginia Heath, quien le propuso grabar la banda sonora de 'From Scotland with love', documental del 2014 que, a partir de diversos materiales de archivo, reflexionaba sobre la vida del pueblo escocés durante el siglo XX.

En su año sabático

"De vez en cuando me entero de que tal actor o tal político es fan de 'Diamond mine' o 'From Scotland with love'", dice Anderson, quien ni se ha planteado volver a tratar de convertirse en un músico más popular. La industria del 2017, basada en 'playlists' de Spotify, no está hecha para románticos como él. "Ahora mismo estoy en una lucha solitaria contra el 'streaming' digital y la devaluación de la música grabada, y paso la mayor parte del tiempo pensando en un plan B para mi vida".

De hecho, tenemos suerte de poder verlo por Barcelona. Este año Anderson no tenía que tocar: "Estoy de año sabático, pero decidí hacer esta gira. Después de esta, quién sabe si haré otra".