CRÓNICA DE MÚSICA

Mercè 2017: Fragor alternativo femenino en el BAM

Marika Hackman destacó en una jornada marcada por esencias del rock indie de los 90

Concierto de Marika Hackman en la Plaça dels Àngels, dentro del BAM

Concierto de Marika Hackman en la Plaça dels Àngels, dentro del BAM / periodico

Juan Manuel Freire / Barcelona

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En la primera jornada del BAM, las mujeres demostraron que el rock alternativo no solo sigue vivo, sino que pasa por una nueva edad de oro gracias a ellas. La noche arrancó en la plaza de Joan Coromines con Girlpool, el dúo (quinteto en directo) formado por Cleo Tucker (guitarra, voz) y Harmony Tividad (bajo, voz), quien cerca del comienzo pareció sinceramente sorprendida porque alguien le gritara su nombre.

El grupo cuenta con una estimable nómina de fans, también aquí en Barcelona, y con motivo: no todos los días se escuchan temas de la electrizante melancolía de '123', en la que Tucker y Tividad se marcan armonías vocales tan vibrantes como las de The Breeders, el grupo de las gemelas Deal. En otros momentos, sus pasos de la tranquilidad al ruido y de ahí a la tranquilidad recuerdan al anterior grupo de Kim Deal, Pixies, cuya sombra aleteó por el paisaje durante toda la noche.

A la actuación de Girlpool solo le faltó algo más de concentración y afinación. La disonancia buscada es una cosa; desdibujar los temas con apatía o, quizá, cansancio es otra. No fue el mejor día para descubrir a Girlpool, mientras que, en contraste, Marika Hackman seguramente hizo un montón de nuevos fans con su actuación en plaza dels Àngels. Sin apenas referencias al folk de aire medieval con que se dio a conocer, la cantautora londinense ofreció toda una exhibición de fiereza pop bajo la clara influencia de Pixies (así es, otra vez, fue el hilo conductor de la noche), o, por qué no, Garbage (con algo más de ruido industrial 'Boyfriend' sería un 'single' clásico de aquellos).

De la electricidad a la sinuosidad

La noche perdió electricidad y ganó sinuosidad con Nilüfer Yanya, londinense como Hackman, pero menos cercana a los 90 alternativos que a los 80 sophisti-pop de los primeros Everything But The Girl. En una apuesta bastante atrevida habiendo llegado ya la medianoche, llegó al escenario de Joan Coromines sin batería, solo un bajista y una saxofonista con el mágico nombre de Jazzi Bobbi. Pero logró capturar atenciones (no todas, por desgracia) con su voz emocional pero estoica, pocos acordes bien buscados, elegantes virutas jazz… Para no romper la coherencia de la noche, hizo una versión del 'Hey' de Pixies.

Si Nilüfer Yanya apuesta por el “menos es todo”, Anna Meredith no tiene miedo a la fanfarria, la pompa y el despliegue de armamento. Su abrumador tema 'Nautilus', especie de banda sonora para un desfile cívico-militar en algún planeta lejano, pareció coger desprevenido a buena parte del público de plaza de los Àngels. Caras de sorpresa, pero una sorpresa placentera, ante ese envite de teclados extraños, tuba, chelo (apenas audible por desgracia), guitarra eléctrica y batería.

'Nautilus' anunció hace cinco años la llegada de Meredith a algo parecido al pop tras dos décadas en la clásica contemporánea más audaz. Es la apertura de 'Varmints' (2016), disco del que recuperó también la posrock-afrocaribeña 'Scrimshaw', la extática 'Taken' (con esos “yeah” tan… Pixies) y, como fin de fiesta, esa 'Something helpful' claramente deudora del éxtasis del J-pop.