CRÓNICA DE ÓPERA

Desnudo divertimento rossiniano en el Liceu

La dirección musical de Giacomo Sagripanti y un reparto homogéneo brillan en el minimalista montaje de `Il viaggio a Reims'

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César López Rosell

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La belleza de la partitura de 'Il viaggio a Reims' de Gioachino Rossini, con un antológico catálogo de arias, dúos y concertantes, impuso su hilarante ley en la apertura de la temporada del Liceu. La dirección musical de Giacomo Sagripanti al frente de la orquesta de la casa y de un homogéneo reparto brilló en el escenario prácticamente desnudo de un spa ideado por Emilio Sagi para actualizar el viaje a ninguna parte del grupo de trasnochados personajes que protagonizan la trama de esta ópera concebida como una cantata para la coronación de Carlos X como rey de Francia. El Gran Teatre dedicó la función a las víctimas y familiares de los atentados de Barcelona y Cambrils.

El público aplaudió sin fisuras la representación de este coral divertimento rossiniano. La pieza, calificada en su momento por el desaparecido Alberto Zedda como "una pasarela del bel canto", exhibió precisamente esta cualidad por encima de su inexistente teatralidad. Catorce años después del logrado montaje de Sergi Belbel y Jesús López Cobos, con una piscina en escena, el título ha regresado al coliseo de la Rambla como un aperitivo de la temporada que se inaugurará oficialmente en octubre con 'Un ballo in maschera'. Vista desde esta óptica, la producción cumple su objetivo aunque el montaje de mínimos resulta insuficiente para  cumplir las expectativas de un escenario como el del Liceu.

Albornoces y hamacas

Los aristócratas que han viajado para asistir a la coronación del rey, y que en esta versión se alojan en el 'curhotel' que regenta Madame Cortese (una desenvuelta Ruth Iniesta), visten albornoces y se mueven o dormitan en un ‘paisaje’ de hamacas. Al final del primer acto se cambian en escena con trajes dominados por el negro para prepararse para la fiesta de homenaje al rey que se hará en el balneario donde han quedado anclados. El inicio resulta confuso para el espectador, que tarda en identificar a cada uno de los personajes. El problema queda resuelto en la segunda parte en la que Rossini organiza su divertido festival eurovisivo con el canto de himnos y piezas populares representativas de los países de los viajeros. Algunos detalles, con pétalos de flores y corazoncitos incluidos, dan un tono de buscada cursilería para ambientar escenas de amor, celos, enredos y misterios de la obra.

Por fortuna, el exigente canto que Rossini diseñó para voces con un dominio absoluto de la coloratura, funciona bien aunque sea mejorable en alguno de los concertantes. Espléndida Irina Lungu (la etérea poetisa Corinna) en las arias llenas de variaciones y deslumbrantes agudos 'Arpa gentil' (interpretada en un palco acompañada por el instrumento) y la conclusiva 'All’ombra amena'. Sabina Puértolas (condesa de Folleville) exhibió una buena vis cómica y sobresalió en 'Partir, o ciel!' y lo propio hay que decir de Maite Beaumont (la coqueta marquesa Melibea).

Lawrence Brownle (Conde de Libenskof) lució su bella voz de tenor y el carismático Carlos Chausson triunfó en su debut como Baron de Trombonok, así como Pietro Spagnoli (Don Profondo), que brilló con la caricaturesca aria 'Medaglia incomparable'. Manel Esteve salió airoso dando cuerpo dramático y vocal al noble español Don Álvaro y cumplieron Taylor Stayton (Belfiore) y Roberto Tagliavini (Lord Sydney). Otro momento espectacular fue el de la interpretación del concertante a 14 voces en el que los protagonistas expresan su desilusión por la cancelación del viaje a Reims.