CRÍTICA

'Berta Isla', secretos sin mentiras

Javier Marías vuelve al territorio literario de las novelas de espías, que ya exploró en 'Tu rostro mañana' ,para urdir una novela excepcional

Paseantes en los alrededores de la Universidad de Oxford, donde suceden varios episodios de la novela.

Paseantes en los alrededores de la Universidad de Oxford, donde suceden varios episodios de la novela. / periodico

Domingo Ródenas de Moya

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

De nuevo Javier Marías ha fraguado una novela excepcional. Como instalado en una altísima cota de calidad literaria, el talento del escritor no desfallece ni se conforma con los caminos ya explorados, pese a que casi todos los elementos técnicos y temáticos de 'Berta Isla' enlazan con su obra anterior. De 'Tu rostro mañana' (2002-2008) procede el mundo del espionaje del MI6, el tema de la imposición o necesidad del secreto y los riesgos de su desvelamiento, el ejercicio estremecedor de la violencia y los escrúpulos morales de quien hace o sabe algo que podría perturbar vidas ajenas. Son asuntos que afloraban también en 'Los enamoramientos' (2011) y en 'Así empieza lo malo' (2014), pero habían estado presentes en todas las grandes novelas del escritor (por lo menos desde 'Todas las almas'), como lo ha estado el escrutinio sobre los enigmas del amor, la comunicación y las relaciones conyugales.

Los engarces de 'Berta Isla' con títulos anteriores son muchos, pero llama la atención la proximidad a 'Los enamoramientos', con la que comparte una voz narrativa femenina -que aquí, más firme y convincente, se alterna con un narrador en tercera persona-, el tratamiento de las complejidades del sentimiento amoroso y el uso como subtexto de 'El coronel Chabert', donde Balzac contó el regreso de un hombre dado por muerto. Es como si Marías hubiera decidido volver sobre la matriz de inquietudes y herramientas que inspiró aquella novela fecundándola con el universo de espías y misterios de sus novelas oxonienses. Haya sido o no ese el punto de partida, con esta novela logra un mecanismo narrativo impecable en torno a la otredad amorosa y a la sustentación profunda de la identidad individual. Las cuestiones que suscita la obra podrían alimentar una densa novela filosófica y no conseguirían elevarse por encima de donde las sitúa Marías, una zona de desasosiego y vulnerabilidad, de vacilación y miedo.

Para el lector

Pero si algo desaprueba Marías es provocar el tedio del lector, de manera que urde una trama de espías reteniendo la poderosa intriga inherente a ese género pero vaciándola de sus peripecias y anécdotas. Para decirlo gráficamente: asistimos al 'backstage' doméstico de un espía de cuyas actividades no sabemos absolutamente nada (como Berta). Este espía es el angloespañol Tom (o Tomás) Nevinson, un políglota que posee el don de imitar voces y acentos, del que se enamoró Berta Isla en el instituto, con el que se casó y tuvo dos hijos y al que estará condenada a esperar durante largos periodos sin saber a qué se dedica ni cuándo regresará.

Gracias a la combinación de dos voces narrativas, interna y externa, conocemos tanto a la aislada Berta en su denodada espera como las circunstancias que en Inglaterra han empujado a Tomás a una existencia enmascarada y clandestina. En ambas encontramos la irreprimible tendencia de Marías a la digresión y a la dilatación de escenas, pero este rasgo de estilo nunca es gratuito y a menudo atrapa la atención con la fuerza del suspense: la escena intimidatoria del matrimonio Ruiz Kindelán y Mary Kate, con tintes expresionistas, es espléndida en su ritmo e intensidad. Y lo mismo cabe decir de las escenas conectadas del joven anticuado que salva a Berta de los grises y su reaparición veinte años después: una triste prueba de los estragos que amontona el tiempo en su negra espalda. Por insistir en ello, 'Berta Isla' es una novela excepcional.