FESTIVAL DE VENECIA

La vieja guardia asalta la Mostra

Judi Dench, Helen Mirren y Donald Sutherland acaparan la atención de una jornada llena de historias sobre gente madura

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zentauroepp39933136 actors donald sutherland left and helen mirren pose during170903172633 / AP / DOMENICO STINELLIS

Nando Salvà / Venecia

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"Del genio creador de 'La reina' y 'Philomena'", reza el cartel de 'La reina Victoria y Abdul' situado enfrente del Palazzo del Cinema veneciano. Stephen Frears, el aludido, tiene una extensa filmografía pero no es casual que en ese póster se mencionen en concreto esas dos predecesoras. Como la primera de ellas, la nueva película ofrece el retrato de una monarca británica; como la segunda, está protagonizada por la gran Judi Dench; igual que ambas, ha sido cuidadosamente diseñada para ser un éxito de taquilla (se estrena el 29 de septiembre) y, por qué no, aspirar a algún premio. Por de pronto, Frears ya ha recibido uno en la Mostra, aunque, eso sí, en homenaje a sus cuatro décadas de carrera.

La película recrea la sorprendente amistad que la soberana estableció al final de su reinado con un secretario indio, y musulmán, inicialmente desplazado a Gran Bretaña para participar en el Jubileo, y de la que nada se sabía hasta los diarios que él mantenía salieron a la luz en el 2010. No hace falta explicar la potencial relevancia en nuestros días de una película sobre un jefe de Estado que intima con un inmigrante islámico. "He querido hacer una película que pudiera gustarle a Trump", bromea Frears al respecto.

Sin embargo, más que en el mundo real la película se apoya en una fórmula narrativa: el típico amor imposible entre dos personas de estratos muy distintos que se enseñan cosas mutuamente –"la vida es como una alfombra persa", afirma él en un alarde de sabiduría orientalista— y se enfrentan a una feroz oposición. Y mientras lo hace recurre a chistes muy básicos –gente que come con los dedos, o que se pone nerviosa, o que canta o baila mal—, personajes estereotipados y sentimentalismo de laboratorio. El resultado es una obra del todo convencional pero impecablemente empaquetada, y tan falta de energía creativa como sobrada de olfato comercial.

Alzhéimer sobre ruedas

'The Leisure Seeker' está protagonizada por Helen Mirren y Donald Sutherland, y este festival jamás desaprovecha la oportunidad de echarle más madera a la alfombra roja. Y la dirige Paolo Virzi, uno de los directores más internacionales del país anfitrión. Combinados, ambos hechos son el único motivo que justifica su presencia entre las candidatas al León de Oro. Lo que sucede en pantalla, en cambio, solo sirve para ponerla en entredicho.

Sus dos protagonistas son un matrimonio de la tercera edad que emprende un viaje a bordo de una caravana también de la tercera edad. En las primeras escenas descubrimos que él sufre de demencia senil y ambos se atiborran a pastillas. Y pasados cinco minutos de metraje, cuando ella llama a sus hijos para explicarles que esto es algo que la pareja debe hacer a toda costa, ya sabemos perfectamente cómo va a transcurrir y resolverse el trayecto.

Encuentros intrascendentes

Lo que sucede después es una 'road movie' en la que el viaje no sirve para nada. Los encuentros que el matrimonio tiene son intrascendentes; su toma de contacto con la América de Trump es accesoria (cruzan por el sur de Estados Unidos pero daría lo mismo que lo hicieran por la Toscana), y los oscuros secretos que afloran en la carretera son rápidamente olvidados.

En cambio, todas las escenas sirven únicamente para recordarnos de forma machacona que él está perdiendo la cabeza, y que la tos de ella suena fatal; y que los dos están hartos de ser un estorbo. Y en el proceso queda en evidencia la cabreante falta de honestidad de 'The Leisure Seeker': mientras finge ser un humanista canto a la vida, insiste en dejar claro que la vejez es ante todo dolor y sufrimiento y miseria, y vómitos sobre la alfombra, y sábanas mojadas de orina.

Guédiguian, más de lo mismo

La vejez es también asunto esencial de <strong>'La casa junto al mar',</strong> segunda de las obras presentadas hoy a concurso; y no porque el eje que vertebra el relato –sobre tres hermanos que se reúnen en el hogar familiar- sea un anciano en estado vegetativo sino, sobre todo, porque a estas alturas el cine de <strong>Robert Guédiguian</strong> es de todo menos nuevo. Aquí el francés recurre a los mismos actores de siempre, la misma nostalgia por la vida de antaño y el mismo desencanto por el fracaso del comunismo y las maldades del capitalismo. Considerarla su mejor película en años es menos un halago que un recordatorio de lo poco inspirado que el director ha estado últimamente.