CRÍTICA DE CINE

'Emoji: La película': peor de lo que parece

La película es una campaña publicitaria disfrazada, burdamente, de entretenimiento familiar

Nando Salvà

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'Emoji: la película' tiene un solo mérito: se las arregla para ser incluso peor de lo que parece. Para definirla bastaría un emoticono, en concreto uno que ni es amarillo ni es redondo. No son necesarias las palabras para explorar sus interesantes ideas sobre la infancia y la tecnología y el lenguaje y la comunicación porque no las tiene, y porque en lugar de ellas únicamente ofrece tediosos mensajes sobre la importancia de ser fiel a uno mismo, la necesidad de que los padres apoyen a sus hijos y lo magnífico que es el Candy Crush. La gran ironía en el centro de la película es que, mientras que su personaje protagonista es un emoticono de gesto supuestamente aburrido pero que cambia sus expresiones faciales de forma constante e incontrolable, al contemplar la película resulta imposible sentir placer ni tristeza ni nada que no sea puro tedio.

Es probable que sus responsables tuvieran títulos como 'Toy Story' y 'Del Revés' en mente cuando la urdieron, pero en realidad el resultado final se parece más a 'Cars', en tanto que plantea un universo increíblemente incoherente y plagado de desafíos a la lógica (cuando el emoticono Caca y su hijo van al baño, ¿qué hacen?). Pero lo peor de la película no es ni eso ni los gags toscos ni la animación inepta.

Producida por la división cinematográfica de una compañía tecnológica que vende muchos millones de 'smartphones' cada año, 'Emoji: la película' es una campaña publicitaria disfrazada de entretenimiento familiar; en ella se nos cantan las bondades de Instagram y YouTube y Dropbox al tiempo que se sugiere que usar el móvil te hace más popular y más atractivo y mejor persona, y que borrar una 'app' es algo parecido a cometer un genocidio. Su existencia, pues, no beneficia a nadie más que a las empresas que aparecen descaradamente promocionadas en cada una de sus escenas.