CRÍTICA DE CINE

'Descontroladas': malas compañías

La película finge reirse de la arrogancia viajera estadounidense pero no se ahorra los tópicos racistas

Nando Salvà

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Tras ser abandonada por su novio y quedarse sola con un par de billetes de avión a Ecuador no reembolsables, una joven (Amy Schumer) logra persuadir a su madre (Goldie Hawn) para que la acompañe de vacaciones. Una vez allí, unos villanos las secuestran y piden un rescate por ellas. Las mujeres escapan, y tras esa premisa 'Descontroladas' acompaña a las mujeres a través de las junglas ecuatoriana y colombiana, mientras afrontan sucesivos peligros y situaciones presuntamente desternillantes. En el proceso, la película finge reírse de la arrogancia con la que los estadounidenses viajan por el mundo aunque en realidad prefiere comportarse como ellos apoyándose constantemente en caricaturas racistas.

Se supone que ambas mujeres obtendrán algo de la experiencia: la hija debe aprender a ser menos egocéntrica; la madre, a ser más proactiva. Para desarrollar la relación Schumer ofrece poco más que una ligerísima variación del personaje que interpretó en 'Y de repente tú', y a Hawn apenas se le da oportunidad a lo largo de la película de hacer algo más que gritar a pesar de que aparece en prácticamente todas las escenas. En general, ambos personajes están trazados de forma tan vaga y son tan fundamentalmente antipáticos que resulta imposible interesarse por ellos a pesar de las repetidas dosis de sentimentalismo que el director, Jonathan Levine, acaba insuflando al relato. Al final, todo cuanto 'Descontroladas' ofrece son un par de chistes decentes, que en todo caso resultarían más efectivos si no sucedieran todos en los 10 primeros minutos de película, y si no estuvieran incluidos todos en el tráiler.