HOMENAJE A UN CARISMÁTICO ARTISTA

Achúcarro: "A los 84 años me queda mucho por hacer"

El Festival de Torroella dedica su 37ª edición al legendario pianista, que cumple 25 años de actuaciones en la muestra

El pianista Joaquín Achúcarro.

El pianista Joaquín Achúcarro. / periodico

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / TORROELLA DE MONTGRÍ

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“Todavía no sé por qué me han querido tantos veces seguidas”. El legendario pianista Joaquín Achúcarro (Bilbao, 1937) lanza, con humildad, esta interrogación, El Festival de Torroella ha decidido dedica su 37” edición al artista tras cumplir 25 años de presencia ininterrumpida en la cita.. “No acabo de comprender tanta generosidad, pero me siento emocionado, feliz y orgulloso por esta distinción”, dice al otro lado del hilo telefónico desde su casa bilbaína. Su voz suena enérgica, rotunda, pero de vez en cuando el tono rompe la seriedad del diálogo para destilar finos toques de humor. El maestro vuelve a la localidad ampurdanesa para inaugurar el sábado la muestra, que tendrá un concierto previo con Benjamin Allard, el viernes. Achúcarro interpretará, respaldado por la Simfònica del Vallès dirigida por Rubén Gimeno, ‘Noches en los jardines de España’ de Falla y el ‘Concierto para piano y orquesta en la menor’ de Grieg. La celebración se completará el 20 de agosto con un concierto de cuatro de sus aventajados discípulos con orquesta.

El pianista valora mucho el cariño que ha recibido desde que un día fuera abordado por Josep Lloret tras un concierto en el Palau de la Música, para invitarle a participar en la programación e impartir clases magistrales. El caso es que Achúcarro, un músico que ha exhibido su carisma por los cinco continentes, se ha sentido siempre como en casa en Torroella. “En este tiempo he vivido la evolución de un festival que ha alcanzado grandes metas, tanto bajo la dirección de Lloret como con la de Montse Faura. Y no olvido la emoción que me produjo poder llegar tocar en el nuevo Espai Ter, que tiene un acústica magnífica”, señala tras rememorar la hazaña que suponía organizar los conciertos en la iglesia de Sant Genís, compatibilizándolos con los oficios religiosos.

A punto de cumplir, en noviembre, los 85 años, Achúcarro afirma que sigue descubriendo nuevos matices en las obras que interpreta. “Todo tiene que ver con el crecimiento intelectual, la madurez de uno mismo y la acumulación de experiencias”. Lo dice también con relación a las obras de Falla y Grieg que interpretará el sábado: “Son piezas maestras que han sobrevivido al paso del tiempo”. Por cierto, el pianista llama tío Eduardo al compositor noruego. “No se sorprenda, mi bisabuelo de Bergen y mi  abuela, con apellido Lund, vivieron en Bilbao. Ella era prima del compositor. Así que soy pariente de Edward Grieg”.

“Hay que sentir la respiración de la música, aspirarla y captar la emoción y poesía que hay detrás de cada nota”Joaquín Achúcarro

A su edad todavía hace 50 conciertos al año, la mitad de los que afrontaba en sus momentos de mayor actividad. “Eso forma parte del plan para mantenerme bien”. ¿Cómo lo consigue? “Tengo mis rutinas: dormir bien, ingerir una alimentación sana, hacer ejercicio, tomar al menos una aspirina al día y ayudarme con algún complejo vitamínico... Me gusta nadar y montar en bici”, aunque dice que nunca ha llegado a rodar 50 kilómetros, pero si los 10 unas  3.000 veces. “Con todo eso, o a pesar de eso, sobrevivo” (risas). Y también con el estímulo de las clases que da en la Universidad Metodista del Sur de Dallas, institución que apoya junto a otros  filántropos la fundación que lleva su nombre.

Los nervios del artista

Los recuerdos le llevan a Pasqual Maragall, habitual seguidor de sus conciertos. “Que gran alcalde y 'president' fue. Y qué gran persona. Siento mucho lo que le ha pasado”, dice refiriéndose a su alzhéimer. “En estos días de celebraciones del 25º aniversario de los Juegos de Barcelona, me acuerdo mucho de él y de cómo disfruté, con mi familia, de la celebración en directo de la Olimpiada”. El artista señala que sigue poniéndose tan nervioso o más antes de actuar que cuando era un adolescente. “Siento mayor responsabilidad en la medida que voy ahondando en el pensamiento del compositor. Y me autoexijo más”.

En su relación con las obras siempre busca encontrar “donde está la respiración de la música”. Es, resalta, clave “coger el aire de la partitura, aspirarlo, captar la emoción y poesía que está detrás de las notas de un Beethoven, Mozart, Chopin, Schumann y tantos otros, y soltarlas”. Sostiene que el piano es tanto un universo como “un ser vivo” con el que hay que saber relacionarse. ¿Le queda algo por hacer? “Todo, La interpretación te enseña que siempre asimilas cosas nuevas, así que me queda aún mucho por hacer”. Tocará hasta que pueda. “He actuado al lado de grandes maestros como Zubin Mehta, Claudio Abbado o, Daniel Baremboim. De todos he aprendido, pero llega un momento en el que uno deja de imitar y encuentra un camino propio que no debe abandonar para mantener  la sinceridad interpretativa”. Palabra de maestro.