CRÓNICA
Mishima, el embrujo de la noche
El grupo barcelonés mostró los brillos pop de su nuevo disco, 'Ara i res', en un concierto en el Teatre Grec que abrió Joan Miquel Oliver con su despierto 'Atlantis'
Jordi Bianciotto
Periodista
JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA
Mishima destila su sonido en ‘Ara i res’, retirando capas de instrumentación y realzando su instinto melódico, y los directos, en los que funden material de ayer y de hoy, ganan en contrastes. Pudimos observarlo este lunes en su debut en el Teatre Grec, cita con el Mishima más pop, también con la versión del grupo que se acerca a la canción de autor y, finalmente, con el constructor de esos himnos generacionales capaces de sacudir la montaña de Montjuïc.
Concierto concebido como doble cartel, si bien Joan Miquel Oliver, que abrió la sesiónJoan Miquel Oliver,, ya había presentado en abril en Barcelona su travieso pero enfadado ‘Atlantis’, disco con móvil ecologista sujeto a su colorista manufactura pop. Como aquellas noches en la Beckett, el mallorquín, al frente de su trío, demostró que dispone de repertorio propio, sin necesidad de recurrir al de Antònia Font, no solo para crear todo un mundo cada noche sino para exaltar los ánimos de la afición: de la clásica ‘Surfistes en càmera lenta’ a novedades como la misma ‘Atlantis’, ‘Ses persones’ o esa juguetona ‘Rumba del temps’, el primer ‘hit’ cuántico del pop catalán. Dos voces invitadas: Clara Viñals (Renaldo & Clara) en ‘Final feliç’ y David Carabén en ‘Hansel i Gretel’.
OTROS COLORES
Mishima entró en escena con ‘L’or’, una de las dos sustanciosas instrumentales de ‘Ara i res’, y tras marcar territorio con ‘Tot torna a començar’, decantó su atención en el nuevo disco, del que solo se dejó una canción, la que lo cierra, ‘Hasta que lo mires’. Material rico en cromatismo, como ese ‘Jimi’ con Dani Vega a la mandolina y la trompeta de Pablo Fernández, incorporada luego en otras canciones, como la esbelta ‘Una sola manera’. Carabén quiso quitar hierro a las ambiciones viajeras de los artistas: “lo que más nos emociona es tocar en casa y en escenarios como este”.
Se quedó solo con la guitarra acústica en el arranque de ‘El paradís’, y dio cobijo a una versión más minuciosa de la banda en ‘El tobogán’ y ese encantador ‘Posa’m més gin, David!’ que apunta al paso del tiempo y a la mitología personal. La otra instrumental, ‘No hi ha banda’, melancólica y acogedora, fue el pórtico de un largo ‘crescendo’ en el que dos canciones nuevas, ‘Menteix la primavera’ y la super-pop ‘Qui més estima’, nos vinieron a decir que Mishima vive un pletórico momento de creatividad sin necesidad de alzar el tono ni de tratar de impresionar con muros de sonido, tan solo buscando en su interior melódico y poético.
Los gritos de ‘Carabén, president’ se dejaban oír a medida que el grupo acudía a sus clásicos: ‘La tarda esclata’ y ‘La forma d’un sentit’, de presencia imponente, y un bis con ‘Un tros de fang’, al que Joan Miquel Oliver se unió con la guitarra devolviendo el gesto, y ‘L’olor de la nit’, dejando en el anfiteatro de Montjuïc unos destellos de apetito vital, de sed que dure toda la vida, puro y genuino Mishima.
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