Art Garfunkel, fundido en Pedralbes

El cantante, excomponente de Simon & Garfunkel, recorrió su trayectoria en un recital sentido pero frágil que cerró la quinta edición de la muestra

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JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Como si, llegado un momento, completados todos los ciclos, el peso de la historia se hiciera más vaporoso, difuminándose y fundiéndose con el paisaje, Art Garfunkel se mostró este viernes en Pedralbes en una forma liviana, un reflejo tenue de lo que un día fue. Capaz todavía de suministrarnos pasajes de emoción, pero en una versión suave y, todo hay que decirlo, rácana: el recital, descontada la pausa, duró poco más de una hora.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"El cantante\u00a0","text":"se mostr\u00f3 durante el concierto en una forma liviana, un reflejo tenue de lo que un d\u00eda fue"}}El Festival de Pedralbes, en la noche de cierre de su quinta edición (potente balance: 51.441 entradas vendidas frente a las 26.500 del año pasado), se procuró a un nombre legendario y que tan solo había actuado en Barcelona una vez, hace 20 años, en Zeleste (hoy Razzmatazz). No hemos estado de suerte con la saga Simon & Garfunkel en Barcelona, y cada una de sus pocas visitas por separado (dos por cabeza) han causado lógica sensación entre sus fans. Notable excitación cuando Garfunkel entró en escena, con modos eufóricos ("¿pueden creerlo? ¡Todavía sigo haciendo este trabajo!") y sonaron los primeros acordes de 'The boxer'.

Y un momento de pánico: su voz no alcanzaba en el "lie la lie" del estribillo, que tanta fuerza reclama. Garfunkel, de 75 años, sufrió una parálisis vocal en el 2010 de la que se recuperó, pero, aunque coloca cada nota en el punto justo, se resiente en los picos más exigentes. Con todo, su garganta fue adecuándose dentro de sus posibilidades. Transmitió sentimiento, aun con fragilidad, en 'Perfect moment', ese 'A heart in New York' que fundió con 'All I know', la adaptación de 'Real emotional girl', de Randy Newman, y las incursiones en su pasado con Paul Simon, como la mágica 'Scarborough fair', con cierta sobrecarga de sintetizadores, y 'Homeward bound'.

EN PEQUEÑAS ENTREGAS

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Vino con solo dos músicos, el teclista Dave Mackay y el guitarrista Tab Laven. Tal vez una segunda voz que le arropara no hubiera estado de más. Y no se entendió que, tras solo 30 minutos, procediera a hacer una pausa de 20 que terminaron siendo 25. Un Art Garfunkel en pequeñas entregas, pues, que ofreció luego otra media hora envuelta con un poco de 'storytelling' y de declamación poética, adoptando a veces una pose teatral, según cómo graciosa, de rapsoda tocado por las musas.

Bonitas '99 Miles from L. A.' y 'Bright eyes', y adaptaciones que revelaban sus fuentes: 'Someone to watch over me', de Gershwin, y 'Goodnight my love', éxito de Paul Anka. Cristalino acercamiento de 'For Emily, whenever I may find her', delicia encantada de sus días con Simon, y un 'The sound of silence' con nervio guitarrero sacudiendo el recinto. "La canción que cambió mi vida".

A propósito de 'Kathy’s song' recordó cuando ambos, en sus inicios, tocaban por las calles de las ciudades europeas como "americanos expatriados", y cerró con un 'Bridge over troubled water' sentido y vulnerable, sin la épica original (que sí adopta Simon cuando la canta). Un único bis selló la noche con los tonos espirituales de 'The Lord's prayer', dejándonos el recuerdo de un Garfunkel alejado del plano material y convertido en oración.