NOVEDAD EDITORIAL

De cómo Josep Benet le cantó las cuarenta a Pujol

Florència Ventura, viuda de Josep Benet, y el biógrafo Jordi Amat.

Florència Ventura, viuda de Josep Benet, y el biógrafo Jordi Amat. / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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En el salón de su domicilio en la calle Calvet, Florència Ventura, 95 años, cabeza lucidísima, sentada en la misma butaca en la que solía leer su marido, Josep Benet, recuerda los más de 60 años de convivencia con el que fue el político más votado en la entonces recién recuperada democracia. “Un millón trescientos veintiseis mil votos tuvo como senador”, precisa puntillosa. Era 1977. Junto a ella, el biógrafo Jordi Amat, que se ha pasado una década poniendo orden y concierto en la meticulosa reunión de documentos que el historiador y político dejó, con miras a abordar la segunda entrega de sus memorias que solo pudo culminar hasta sus años de juventud. Los papeles son ingentes, mucha correspondencia y cosas tan inauditas como el recibo de la tela de la primera senyera colgada en un edificio público en el franquismo. Por más señas: Palau de la Música. 1947)

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El libro, 'Com una pàtria. Vida de Josep Benet' (Edicions 62), tiene un título extraido de un verso de Gabriel Ferrater que da a la palabra patria un sentido más íntimo y también más complejo, porque como asegura su biógrafo, “Benet no era un personaje plano”. Otros trataron de definir su particular habilidad para la conspiración y la resistencia apuntalados en su tono de voz apagado, sus largos silencios, su inquebrantable tenacidad. Josep Maria de Sagarra dijo que era como un “Fouché pero en bueno". Dionisio Ridruejo lo llamó El Guerrillero.

LUCHADOR PRECOZ

Reconoce Amat que los inicios de la resistencia benetiana allá por los años 40  no son fáciles de documentar, básicamente porque eran muy pocos los que ejercían de catalanistas por entonces. “Él fue capaz de hacerlo desde el cuerpo represivo de la bestia”. Florència aporta una imagen. La del joven alto, seco y un tanto desgarbado que en pleno servicio militar se la jugaba abriendo sobres destinados a los militares de rango y eliminando la propaganda nazi. No olvida la viuda que en esa misma butaca desde la que habla se sentó también uno de los terroríficos hermanos Creix, policías a la caza del rojo, esperando que sus agentes dieran con pruebas comprometedoras.

Ahonda el biógrafo en los significativos pormenores de la infancia. La familia que hoy llamaríamos desestructurada. Su origen más bien humilde que está en el adn de su querencia política porque, pese a codearse con los grandes burgueses catalanes, acabará militando en las filas del PSUC y abrazando el comunismo. Frente a sus pares políticos, Pujol y Tarradellas, él no tiene dinero y eso le marca. Es una de las cosas que le hace quedarse finalmente en la cuneta. La otra, el carácter. “Es un buen Fouché pero un mal Maquiavelo, lo que humanamente lo hace más digno pero políticamente más débil”.

A POR EL PODER

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“Enfrentado a bestias políticas como Tarradellas o Pujol, él no iba por el mundo con el título de president de la Generalitat y no tenía el capital que Pujol utiliza para construir su liderazgo”, explica Amat, recordando el disgusto que le supuso que los burgueses no reconocieran su labor de reconstrucción del país. “La relación con Pujol fue larga, con momentos de amistad y reconocimiento por parte de Pujol del magisterio de Benet, y se hace más fuerte en el año 59”.

El libro, “aunque no quiere poner el dedo en la llaga”, desvela episodios hasta ahora desconocidos como el hecho de que Pujol pidió por dos veces el indulto para que se redujera su pena, cuando la historia oficial dice lo contrario. “Eso hace que se enrarezcan las relaciones entre ambos porque Benet no considera a Pujol lo suficientemente riguroso”. Comenzará entonces una escalada de desencuentros que culminará en una carta muy dura cuando se publica su libro sobre el genocio cultural franquista en Catalunya en la que Benet le llama de todo: “Tu dices que hablas por tu país pero hablas por tus negocios”, escribe. Muchos años después, Pujol aseguró a Amat que no se acordaba de haberla recibido, aunque Benet conservara la respuesta.

Pese a ser el claro perdedor en esta lucha de poder, en 1984 se retiró de la vida política, su viuda no recuerda  que él demostrase jamás  “una chispa de rencor o amargura”.