CRÍTICA

Michael Connelly: la verdad esquiva

'La habitación en llamas' es un trabajo de plenitud de Michael Connelly, y de su personaje Harry Bosch

El escritor norteamericano Michael Connelly, ayer en el auditorio de la sede de RBA.

El escritor norteamericano Michael Connelly, ayer en el auditorio de la sede de RBA.

RAMON VENTURA

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'La habitación en llamas' es una de las mejores novelas protagonizadas por el detective Harry Bosch, pero creo que eso ya lo he dicho en múltiples ocasiones (¿19? ¿24?; es arduo saberlo, como difícil contar los libros de este espléndido personaje creado por Michael Connelly). Primero porque se convierte en el protagonista principal de algunas obras de Connelly o secundario en otras, y entrecruza sus series desde hace más de dos décadas. Y -segundo- por el desorden en editarse y este libro es un ejemplo: algunos aspectos de la trama de la actual novela concluirán en el volumen posterior de la saga Bosch, 'Del otro lado', obra que se publicó el año anterior. De lo que no cabe duda es de que 'La habitación en llamas' es un trabajo de plenitud, del escritor y de nuestro detective de ficción, y que cada episodio es la crónica de un barrio de la ciudad de Los Ángeles, de una faceta de su historia, la conciencia de su multiétnica población. Pero también un pulido perfil de la conducta de los humanos, de sus aspiraciones y deseos, envidias e ilusiones, odios y esperanzas.

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Disfruten de un 'thriller' ágil, dinámico, cautivador, de la investigación sobre dos episodios antiguos sin los recursos efectistas de las imitaciones de la serie 'CSI': un incendio con múltiples víctimas y el tiroteo a un músico que se alquilaba en bodas y fiestas. Diez años después de ser alcanzado finalmente muere; el proyectil alojado en la columna se ha cobrado una vida, envenenándolo, lentamente: un crimen retardado. La extracción de la bala abrirá nuevas expectativas, una posible identificación del arma homicida, el paradero del asesino, los vínculos con el otro caso.

Pero la verdad de los crímenes es esquiva, los indicios se difuminarán y las pistas frías son lo que son: un retrato realista de una malograda investigación, verosimilitud con migajas de literatura para hacernos disfrutar. Pues eso es la literatura: es magia cuando en la realidad solo hay dolor, placer donde se acumulan archivos polvorientos, nostalgia para alejar el olvido. Y un detective (una pareja de detectives, mejor dicho), todo oficio y persistencia.