CRÓNICA

Miguel Bosé, en tierra firme

El cantante ofreció un perfil más clásico que vanguardista en su concierto de 40º aniversario de carrera en el Auditori del Fòrum

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JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Miguel Bosé tiene tanta disposición para poner a prueba a sus seguidores con discos relativamente difíciles como capacidad de responder luego, vista la tibia acogida, con el menú de éxitos de siempre para remontar. Y así, tras una campaña ‘Amo’ (2014) que seguramente entusiasmó a su núcleo duro de fans pero que dejó frío al gran público, vuelve a acogerse a la fórmula ‘Papito’, vestida de otro modo pero apelando a su cancionero más seguro.

Llenar dos noches el Auditori del Fòrum (3.500 espectadores) es una solución más acertada que dejar un Palau Sant Jordi a medias, como ocurrió en la gira ‘Amo’: viene a ser el mismo volumen de público pero queda una sensación de triunfo y no de pinchazo. Hace tiempo que las leyes de Bosé siguen esos ciclos de cal y arena, un ‘Velvetina’ explorador y un ‘Papito’ para las masas; un ‘Cardio’ vanguardista y un ‘Papitwo’ redentor. Vista su dificultad de construir nuevos ‘hits’, Bosé se hace fuerte en los ya contrastados, como ese ‘Nena’ que encendió este lunes el patio de butacas en el primer tramo del concierto.

EL INFLUJO DE ‘SERENO’

La gira ‘Estaré’ parte del ‘MTV Unplugged’ lanzado el pasado otoño en vistas al 40º aniversario de carrera, pero el formato es eléctrico y reserva el registro acústico a una pequeña parcela de canciones. Bosé suele lanzar en sus ‘tours’ guiños a determinados álbumes del pasado con los que establece paralelismos y, esta vez, el disco elegido es ‘Sereno’ (2002), cuya canción principal abrió la noche con un mensaje de tranquila supervivencia: de “he tocado fondo” a “he pisado la cima”, presentándose como “príncipe sereno / de serenísimo encanto”. A aquel trabajo regresó con ‘Mirarte’, ‘Morenamía’ y un ‘Gulliver’ elegido para cerrar el concierto previo pase a los bises.

Es decir, que el Bosé más diáfano se permite a la vez hilos conductores narrativos, un poco más allá del amontonamiento de canciones conocidas, y apuestas por repertorios no tan trillados: las citas, por ejemplo, a ‘No hay un corazón que valga la pena’ y a ‘Hacer por hacer’, las dos piezas inéditas que incluyó la antología ‘Lo mejor de Bosé’ (1999), incorporadas, entendemos, no tanto por su popularidad sino porque cuadran con lo que desea contarnos.

SINCRONÍA ESCÉNICA

El espectáculo fue menos ambicioso que el de ‘Amo’, pero bonito y elegante, con tres pantallas de vídeo y un escenario limpio sobre el que los siete músicos y el cuerpo de tres coristas podían moverse con su calculadísimo estilo, de una milimetrada naturalidad. Mientras a tantos cantantes les gusta coquetear en escena con vocalistas jovencitas, Bosé se mantiene fiel a esa admirable señora llamada Helen de Quiroga, que colabora con él desde los días de ‘Laberinto’ (1996).

Traje negro, maquillaje en los ojos y la voz más oscura que de costumbre, como se observó sobre todo cuando hablaba, Bosé desplegó su manual completo de seducción, poniéndose zen en la presentación de ‘Nada particular’, vacilando a las primeras filas en ‘Morenamía’ y deleitándose con sus números más antiguos: ‘Morir de amor’ y ‘Creo en ti’ (música de José Luis Perales), con acordeón y guitarra acústica, dando paso a un ‘medley’ que se llevó por delante ‘Linda’, ‘Super Superman’ y ‘Don Diablo’.

Concierto más liviano que el de ‘Amo’, con momentos de reflexión en ‘Estaré’, canción de estreno dedicada a sus hijos, y un bis sacudido por ‘Bambú', ‘Bandido’ y un ‘Te amaré’ acústico como fundido en negro. Y una ausencia que el público hizo notar. “No, esta noche no toca ‘Sevilla’. Tenía otros planes”, replicó Bosé. Hay que guardarse ciertas cartas para lo que esté por venir.