CRÓNICA

El último 'Al vent'

Raimon cerró su carrera con potencia y emotividad en el Palau

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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La cuenta atrás llegó a su fin y Raimon se despidió de su público, ayer en el Palau, con una actuación que ya era excepcional desde antes de que sonara una nota. Recital con los rigores de Raimon y las emociones contenidas hasta el tramo final. Ahí, tras interpretar 34 canciones, pareció resistirse a abordar la 35ª, la más legendaria. «Me da un poco de cosa, pero lo tengo que hacer, tengo que acabar como empecé», señaló antes de entonar Al vent.

Abrió el Cor Infantil del Orfeó Català, brindando sus voces celestiales a Jo vinc d'un silenci y D'un temps, d'un país, y salió luego la presidenta del Palau, Mariona Carulla, a entregar a Raimon la reproducción de un vitral de la sala modernista. El trovador de Xàtiva lo recogió recordando que el Palau, en el que actuó 56 veces, forma parte de su vida «como algo querido», y agradeciendo las atenciones del público en estos 12 recitales de fin de carrera. «Si llego a saber que vendría tanta gente, tal vez no me iba», bromeó.

Ya arropado por sus cuatro músicos, emprendió su última noche de canto en público con A l'estiu quan són les nou. Pieza de su repertorio moderno (del disco Rellotge d'emocions, 2011), como las tres siguientes. Antes de abordarla, señaló que en estas últimas noches trató de ofrecer «un pequeño resumen» de su carrera que no ha podido ser todo lo exhaustivo que hubiera querido. «Pero no quería hacerme pesado», alegó con ironía.

Las composiciones de madurez decantaron ese primer tramo con Si miraves l'aigua, Punxa de temps Mentre s'acosta la nit, con reflexiones sobre el tiempo y los límites de la vida. «Amb més records que projectes, / amb més passat que futur»Camisa roja hasta el último aliento de escenario y el verbo, nítido y consistente, como siempre. El Palau, más iluminado de lo habitual: los rayos de luz diurna atravesaban todavía las cristaleras y la iluminación dispuesta por TV-3 (que emitió el recital en diferido) acentuaban esa imagen de un Raimon expuesto sin el misterio, o la afectación, de la nocturnidad. Salvas de aplausos intensas y secas, sin melodrama. En el público, la alcaldesa Ada Colau, los consellers Santi Vila y Toni Comín, los tenientes de alcalde Jaume Collboni y Jaume Asens, el expresidente Pasqual Maragall y el exalcalde Xavier Trias.

CLÁSICOS MEDIEVALES

CLÁSICOS MEDIEVALESDel material más reciente al más remoto: Som, que compuso «hace aproximadamente dos o tres siglos», bromeó. No el coneixia de res, todos los colores del verde de El País Basc, evocando su encuentro con los cantautores de Ez Dok Amairu, y una primera incursión en los clásicos medievales que él convirtió en material moderno: Ausiàs March, Roís de Corella, Timoneda y ese Elogi dels diners,de «rabiosa actualidad».

En Així com cell qui es veu prop de la mort, un ligero atasco. «Agafem-la bé!», pidió a los músicos, y la volvió a abordar balanceando los brazos con fuerza, dándose impulso. Las tribulaciones de He passejat per València, sol, que, como tantas canciones suyas, comienza con el mismo título, y los graciosos pasos de baile de Soliloqui solipsistaY el Raimon de guitarra y silla, primitivo, de La nit, Quan jo vaig néixer y La nit, Quan jo vaig néixer 18 de Maig a la Villa, a través del Espriu de Indesinenter.

Evocó a Víctor Jara en su versión en catalán de Te recuerdo Amanda y ofreció una selección de canciones de amor que incluyó la inédita, estrenada en estos recitales, Napolitana per a tuque hizo sonreír a Annalisa, su esposa y mánager, sentada en uno de los palcos. En el bis, Veles e vents y He mirat aquesta terra, con el Palau tieso, aguantando la respiración, y los clics de los fotógrafos cortando el aire. Jo vinc d'un silenci, con gritos de «independència» que Raimon acogió con una sonrisa, Diguem no y un Diguem noAl vent «Basta, me haréis llorar», bromeó. Más ovaciones y un último saludo: «Bona nit i fins sempre