Pat Metheny, antología de sí mismo
El guitarrista recorrió las muchas facetas de su carrera en el Guitar BCN
El concierto rebasaba las dos horas y media. Dos amigos que ya habían salido de la sala se apresuraban a volver a sus asientos cuando oyeron que la música arrancaba otra vez. Otro bis. El tercero. “Este tío está enfermo”, le decía el uno al otro con admiración. Por supuesto, lo de enfermo era un decir. Pat Metheny no está enfermo. Pat Metheny es incansable. Pat Metheny está igual que siempre. Pat Metheny parece que no pararía nunca ni de girar, ni de grabar ni de tocar la guitarra.
El sábado en la sala Barts lo dejó tras dos horas y cuarentaicinco minutos de concierto. Aunque a juzgar por su expresión cuando saludaba por última vez, el guitarrista de la melena revuelta, la camiseta a rayas y la eterna sonrisa podría haber seguido hasta la mañana siguiente. Con más de cuarenta discos a su nombre, repertorio había de sobras. Y coartada también: su concierto en el festival Guitar BCN se anunciaba como “una velada con Pat Metheny”, sin disco nuevo que promocionar, sin limitaciones de guión. Los fans, que agotaron las entradas días antes, estaban encantados porque eso quería decir que sonarían los grandes éxitos de toda la vida.
Y sonaron unos cuantos. Con un cuarteto hasta ahora inédito en Barelona, Metheny le dio una vuelta a sus clásicos. Una vuelta, que no un revolcón. Un nuevo arreglo rítmico aquí, una instrumentación distinta allá o un aire cambiado más acá. Sus melodías más célebres son casi material pop. Suenan dos notas y se reconocen. En la Barts, cada melodía reconocida se recibía con un aplauso casi tan entusiasta como los que sonaban tras cada solo del “guitar hero” de Missouri.
Tocó solo, a duo, en trío y cuarteto. En acústico, en eléctrico y en electrónico, con esa guitarra sintetizada que en los años ochenta asombraba por sus extraños timbres -¿suena a corneta, a flauta andina?- y que hoy, más que futurista, resulta entrañable. Pat Metheny son muchos músicos a la vez, y el sábado estuvieron todos. El de las melodías memorables, el solista de dicción perfecta que no se agota nunca y el guitarrista intimista que se confiesa a su acústica. Pero todos significa todos, sin excepción, y también apareció el Metheny más bizarro, el que se lo pasa bomba jugando con la disonancia y la distorsión.
Bien entrada la velada se lanzó a un dúo con el hipercinético batería Antonio Sánchez, autor de la banda sonora de la película 'Birdman'. El mano a mano podría haber sonado en el festival Sónar, sección “músicas extremas”, pero el público de la Barts aceptó la tormenta eléctrica sin rechistar, quizás porque quiere a Metheny tal y como es. El del aullido, el de la melodía azucarada y el que susurra 'And I love her' de The Beatles al oído. Casi tres horas de concierto y allí no se iba nadie.
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