CRÍTICA DE CINE

'Piratas del Caribe: La venganza de Salazar': más fantasmas que bucaneros

La quinta entrega de la exitosa saga se aleja aún más del cine de aventuras y enaltece los aspectos fantásticos con un comediante Johnny Depp

QUIM CASAS

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No era fácil de preveer que una película cuyo argumento se basa en una atracción del parque temático Disney se convirtiera en otra de las franquicias de oro del Hollywood contemporáneo. La saga 'Piratas del Caribe' llega a su quinta entrega y, por el camino, ha dejado de lado lo ya de por si relativo que tenía de cine de aventuras marinas, para enaltecer aún más sus aspectos fantásticos y cómicos.

Johnny Depp, en el papel de Jack Sparrow, sigue siendo más un comediante que un bucanero, en las antípodas del capitán Blood o el pirata Barbanegra. La pirotecnia fantástica, con bajeles que surgen de las profundidades del océano, navegantes muertos convertidos en fantasmas y tiburones de carne podrida que vuelven a la vida, está al orden del día.

Salazar, el militar español con las facciones espectrales de Javier Bardem, es el antagonista. Barbossa (Geoffrey Rush) juega de nuevo a ser pirata malo y pirata bueno. Henry Turner (Brenton Thwaites), un joven que quiere romper con la maldición de su padre, y Carina Smyth (Kaya Scodelario), una joven visionaria, conforman la necesaria pareja amorosa que la serie debe tener desde los tiempos de Orlando Bloom y Keira Knightley.

Aunque varíen personajes y rostros, nada cambia en el fondo. La serie tiene una cartografía propia que, además, es exitosa. El clímax final se alarga como es costumbre, pero la escena de los mencionados tiburones o el armazón del barco fantasma que se eleva como un esqueleto y cae sobre sus víctimas, resultan poderosas. Así como el carácter práctico del relato: hay un documento misterioso que se conoce como el mapa que ningún hombre puede leer, pero el misterio no es tal ya que todos los piratas son analfabetos, por lo tanto ¿quién narices lo va a leer?