David Foenkinos retrata con humor el mundillo literario francés

'La biblioteca de los libros rechazados' es una novela sobre el éxito y sus derivas

David Foenkinos, en una visita reciente a Barcelona.

David Foenkinos, en una visita reciente a Barcelona. / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Le toca decir que nunca escribió pensando en ser leído masivamente, porque el éxito suele ser un "monstruo" que te devora. Pero David Foenkinos sabe bregar bien con la fama, después del éxito de su octava  novela –'La delicadeza'- que él mismo llevó al cine como realizador. Y la clave según él fue precisamente eso, que fue la octava. "Tener 100 o 200 lectores ya es bastante extraño. Pero pasar a vender 1.000 libros al día es algo que se escapa a mi comprensión", asegura. Luego llegó 'Charlotte',Charlotte que recogió los premios Renaudot y el Goncourt des lycéens , y que sirvió para que se quitara la espinita de literatura sin complicaciones y para todos los públicos.  

Tras la exhumación de la vida de la olvidada pintora judía Charlotte Solomon, que le llevó una década de trabajo, el autor asegura haberse quedado completamente seco. En esas estaba cuando abordó la relectura del 'Bartleby y compañía' de Enrique Vila-Matas -quizá para consolarse de su sequía creativa-  lo que le llevó a descubrir la biblioteca que solo alberga manuscritos que no lograron seducir a las editoriales, en honor del hippie fracasado Richard Brautigan.

DE LA MITIFICACIÓN DE LA FIGURA DEL AUTOR

Esa idea está en la base de ‘La biblioteca de los libros rechazados’ (Alfaguara / Edicions 62), un lugar de características similares a la de Brautigan que Foenkinos sitúa en la Bretaña y donde una avispada editora descubre un original escrito, al parecer, por un pizzero poco ilustrado que, fallecido, no llegará a disfrutar del clamoroso éxito póstumo de la obra. ¿Truco de márketing? "Sí y no" –esa es una de las respuestas favoritas del escritor- al que no le gusta mojarse con declaraciones contundentes. Así que para descubrirlo habrá que leer esta novela, con la que ha vuelto, una vez más, a conectar con los lectores gracias al humor y la ligereza.

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No cree el autor que la impostura, concebida como una actitud literaria al modo de Pessoa o de Roman Gary –que se inventó un sosias para ganar el Goncourt por segunda vez, esta vez de incógnito porque está prohibidísimo reincidir- sea el núcleo duro de la novela. Eso es algo que debe descubrir el lector. "Otra de las ideas que están en la base de mi obra es la historia de la institutriz Vivian Meier, de quien solo se descubrió su magnífica obra fotográfica a su muerte. Quería mostrar cómo siempre ha habido libros que interesan por la personalidad de su autor o por su destino trágico. Sería el caso de 'La conjura de los necios', que solo logró la fama a la muerte de su autor, que llegó a suicidarse por no ser reconocido. O de Françoise Sagan, cuyos libros estaban vinculados a su personalidad, a su juventud".

BEIGBEDER Y HOUELLEBECQ

No acepta Foenkinos que su libro sea un 'roman à clef'. “Para mí es una celebración de la literatura, un libro que homenajea a todo el sector del libro, bibliotecarios, editores, libreros y, naturalmente, los escritores, fracasados o no, y necesitaba un marco realista. Por eso utilizo los nombres y los apellidos reales, como es el caso de Frédéric Beigbeder que en el libro confiesa haber escrito el libro misterioso”. Esa mención sirvió para que el autor de '13,99 euros' le enviara una carta agradeciéndole "quedar como un idiota en la novela". 

"Hacer algo así le pega a Beigbeder, por su sentido del humor y también del márketing”. Y por si las dudas, Foenkinos aclara que aunque se ha cruzado muchas veces con su colega y han compartido actos literarios y noches divertidas desde hace más de 15 años, no se puede decir que sean amigos. Mucho más lucido es el retrato de Houellebeq, que no desvirtúa su carácter excéntrico y a quien la editora protagonista admira hasta el punto de enmudecer religiosamente ante su presencia. "No, eso no me ha ocurrido a mí jamás aunque le reconozca como uno de los grandes. Pero esa reacción no es muy distinta a la que mi hijo tendría si alguna vez pudiera presentarle a Messi".