El agujero que nos cavamos

Crítica de 'El forat', el premio Documenta de Jordi Amor

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VICENÇ PAGÈS JORDÀ

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De las obras ganadoras del premio Documenta -al cual uno debe presentarse antes de cumplir los 35 años-, mis preferidas muestran un equilibrio entre experiencia y experimentación: es el caso de 'Germà de gel', de Alícia Kopf, o 'Twistanschauung', de Víctor Garcia Tur. La última ganadora, 'El forat', de Jordi Amor (Barcelona, 1982), también transita por la línea que separa (o une) los ejercicios de estilo con la novela de formación.

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A primera vista, lo que sorprende más del libro son las transgresiones tipográficas. Cada capítulo (excepto uno) está formado por un solo párrafo, hecho que no solo produce monotonía y fatiga sino que dificulta su comprensión, ya que al lector le cuesta entender las jerarquías del texto (que existen, pero no se distinguen a primera vista). En segundo lugar, los topónimos y antropónimos figuran en minúscula, así como la primera letra de cada oración, unas innovaciones que no sé ver qué aportan a la lectura.

Por lo que respecta a las frases -y aquí empezamos a entrar en materia-, se prolongan con múltiples complementos y aclaraciones, muchas de las cuales entre paréntesis; de hecho, diría que hay paréntesis en todas y cada una de las frases del libro. Al contrario que las transgresiones que enumeraba en el párrafo anterior, la prolongación de los periodos sintácticos es una contribución pertinente, que nos hace entender el mundo tal como lo ve el protagonista. Los periodos largos, la sintaxis acumulativa, las gradaciones, los símiles, los centenares de paréntesis aclaratorios, la tendencia a la sinonimia barroca, a una exhaustividad imposible, contribuyen a dibujar una personalidad frágil y dubitativa como es la suya.

De hecho, no hay nada más sencillo que transgredir convenciones. En lugar de conformarse con la tipografía, Jordi Amor podría haber continuado con la ortografía, con la compaginación... Al fin y al cabo, ¿hay algo más convencional que presentarse a un premio literario? No obstante, nuestra obligación es fijarnos en el contenido, que en este caso es el verano de un barcelonés de veinte y pico años que ve cómo se hunden sus certidumbres, la familia y la amistad, sobre todo. Jordi Amor explora con precisión esta oscuridad, y nos ofrece unas cuantas escenas memorables, narradas con una prosa no exenta de música. Aún más: muestra una de las dotes más infrecuentes en un primer libro como es la de la ventriloquia, ya que personajes de distintas generaciones y de distintos sexos se expresan con verosimilitud.

Se hace difícil resumir esta novela, y esta dificultad es positiva ya que lo importante no es tanto lo que sucede en ella como la manera como se nos presenta. Intentémoslo: 'El forat' es la descripción del verano banal de un joven desconcertado, analítico, abúlico, con tendencia a la parálisis. Ya sabemos que la banalidad bien descrita es una de las formas de la literatura del absurdo, y ciertamente en más de una ocasión el protagonista nos parece tan extraño -tan extranjero- como el personaje más conocido de Albert Camus. 

El problema más común de una ópera prima es la autoficción descarnada, pero a Jordi Amor no se le puede reprochar que no literaturice o que no tenga un estilo definido. 'El forat' puede parecer una novela generacional, pero quizá lo que retrata es también una época o una tendencia. De hecho, los padres del protagonista son mucho más patéticos que él mismo. En cuanto al título, lo importante no es el agujero en el que caemos, sino el que nos cavamos.