ESTRENO EN EL TEATRE GOYA

Al servicio de la gran Carmen Machi

La actriz ejerce de principal reclamo de 'La autora de Las meninas', una delirante y excesiva comedia distópica de Ernesto Caballero

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JOSÉ CARLOS SORRIBES

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La ficción distópica es un género cinematográfico de éxito. Con 'Blade runner' a la cabeza, abundan los filmes sobre un futuro nada halagüeño, muy lejos de la utopía feliz. El teatro anda muchos pasos por detrás y se agradece que alguien se atreva a viajar al año 2037 para una fábula, una comedia satírica, con Carmen Machi y 'Las meninas', de Velázquez, como ganchos. Ella es la monja copista, una religiosa capaz de hacer exactas réplicas de grandes obras pictóricas. 'La autora de las meninas' se ha instalado en el Teatre Goya como relevo de otro montaje con cuadro, este en blanco, el que presidía la aclamada 'Art'.

Firma la pieza Ernesto Caballero, director del Centro Dramático Nacional, como autor y director. En la primera faceta ha echado el resto. Es como si se hubiera propuesto hacer una ensalada con tantos ingredientes que llegan a confundirse los sabores. Porque su paisaje distópico es igual de variadito. A saber: en España gobierna un partido llamado Pueblo en Pie (facilona comparación), nuestra economía está en bancarrota, la UE y el euro han desaparecido, ha vuelto la peseta y... ¡hasta Catalunya quiere reintegrarse en España! Vender obras de arte a las monarquías de los petrodólares es una salida para quitar telarañas de las arcas públicas. Ya se dijo del Partenón cuando el rescate de Grecia. Las oscuras previsiones chirrían cuando se habla de redes sociales. ¿Tan seguro está Caballero de que Twitter o Instagram tendrán dentro de 20 años el papel de hoy?

EL MALTRATO DE LA CULTURA

Por ahí se mueven Sor Ángela (Machi), la joven directora del Prado ‘podemita’ (Mireia Aixalà) que le hace el encargo, y un enigmático vigilante nocturno (Francisco Reyes), estudiante de Humanidades y con aspecto de hercúleo gogó de discoteca. El texto también apunta reflexiones sobre el papel del arte en nuestra sociedad, el arte contemporáneo, la vanidad de los artistas, y el maltrato que recibe la cultura por los políticos.

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Más condimentos para esa ensalada variada que se sirve al servicio de la gran Carmen Machi, como no oculta el autor y director, en su salsa más cómica (la de 'Aida', por ejemplo). Está la actriz siempre presente en escena de un montaje que se hace demasiado largo. Machi igual da un registro de monja 'a lo Gracita Morales' ('Sor Citröen') que se convierte en 'la niña del exorcista' con hábito cuando es víctima de una posesión demoniaca, que le insufla el 'segurata'. Alimenta su momentánea perdición y la lleva a convertirse en una monja-artista performántica. Toma ya.

A Aixalà y Reyes les queda el rol de compañeros de viaje de Machi, aunque él sorprende con una peculiar voz venida de ultratumba y un físico arrollador, propio de un jugador de básquet. Machi es, en definitiva, la gran carta ganadora de esta obra, y de cualquiera en la que participe, como magnético reclamo de una delirante comedia distópica. Y que tiene algo de capítulo de 'El ministerio del Tiempo'. En su caso hacia el futuro y no el pasado.