ESTRENO EN EL LLIURE

Rigola reinventa a Chéjov

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MARTA CERVERA / BARCELONA

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Àlex Rigola se enfrenta 'Ivanov', su primer Chéjov, con el propósito de superar las convenciones del teatro en escenario. Cuando el público entre en la versátil sala Fabià Puigserver del Teatre Lliure, lo primero que verá es a los actores jugando un animado partido de fútbol, llamándose por sus nombres reales y vestidos con ropa de calle. Rigola les ha pedido que lleven sus propias prendas y que aporten fotografías personales, que se proyectan en pantallas situadas en ambos extremos del espacio escénico. Allí también se reproducen y amplían detalles de escenas de un montaje que cuenta en el reparto con Joan Carreras (que encarna al Ivanov del título), Nao Albet, Andreu Benito, Pep Cruz, Sara Espígul, Vicky Luengo, Pau Roca, Sandra Monclús y Àgata Roca.

"Busco actores que transmitan una cierta verdad escénica", afirma Rigola, que capitaneó el Lliure entre el 2003 y el 2010 y a partir de noviembre codirigirá los Teatros del Canal de Madrid. Su objetivo es difuminar la frontera entre realidad y ficción para conectar con el espectador. Para Joan Carreras, que ha trabajado con el director en 25 espectáculos, el reto es brutal: "No es fácil desprenderse de una tradición teatral. Buscar esa pureza supone despojarse de todo para que la emoción verdadera aparezca. Y eso exige un alto nivel de compromiso, de concentración. Es un proceso de búsqueda que acabará con la última función. Pero si él [Rigola] quiere deconstruirse, ¿quien mejor que yo para acompañarlo en este momento trascendental de su vida?".

Ivanov es un personaje depresivo y melancólico, y en este montaje debe ser un reflejo del propio Carreras cuando no se encuentra bien. "Es un despojo humano, aunque él lo lleva muy dentro", señala el actor.

CUESTIÓN DE MADUREZ

"Chéjov siempre me ha interesado, pero me veía incapaz de meterme en su obra sin tener un cierto bagaje de vida", apunta Rigola. Sin embargo, el dramaturgo ruso escribió 'Ivanov' cuando solo tenía  27 años. "Sí, pero está empapada de una extraña madurez. Él era médico y tal vez intuyera que la tuberculosis no le permitiría disfrutar de una larga vida. Cuando uno ve que el camino que le queda hace bajada, mira las cosas con otros prismas, y más si no es creyente. La mirada de Chéjov es muy filosófica y esencial".

La obra, que se estrenó en 1887 en Moscú y dos años después fue presentada con una nueva versión en Sant Petersburgo, retrata la vida de un hombre venido a menos cuya mujer padece una grave enfermedad. Su actitud ante la desgracia suscitará todo tipo de comentarios entre quienes lo rodean, personajes que componen un microcosmos de la sociedad. Al final, cuando todo parece soplar a su favor, Ivanov tomará una drástica decisión.        

LENGUAJE DEL SIGLO XXI

La parte esencial de la obra sobre la naturaleza humana y el sentido de la vida se mantiene intacta; no así la parte más costumbrista, que Rigola ha trasladado a nuestra época. "Àlex ha tenido mucha valentía para explicar con lenguaje del siglo XXI una sociedad que era tan burguesa como la nuestra", aplaude el veterano Pep Cruz, que llevaba 17 años sin trabajar con el director.

"Lo más interesante de la obra es la reacción de todos los personajes respecto al sufrimiento de Ivanov: la incomprensión y la búsqueda de una lógica cuando a veces no la hay. Y ahí está la dificultad de la pieza, porque no da soluciones sino que pone en escena diferentes ideas contradictorias para generar una reflexión sobre el ser humano", señala Rigola, que ha utilizado como brújula el pesimismo filosófico de Arthur Schopenhauer. "Hemos añadido algunas de sus premisas al montaje", explica. El director promete una inmersión en el universo de Chéjov, y antes que acabe el año dirigirá otro texto del autor ruso.