CRÓNICA

Maria Arnal i Marcel Bagés, con furia y sensualidad

El dúo catalán mostró sus poderes en un vibrante recital en Apolo en el que estrenó su primer disco largo, '45 Cerebros y 1 corazón'

Maria Arnal y Marcel Bagés, en el concierto que ofrecieron en la sala Apolo.

Maria Arnal y Marcel Bagés, en el concierto que ofrecieron en la sala Apolo. / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Maria Arnal y Marcel Bagés consiguenMaria Arnal y Marcel Bagés que la música sea más grande que la música, que invoque sentimientos universales, apele al nosotros y celebre la vida, pero consumado ese ciclo volvemos al origen, a la música, cruce de técnica e instinto. Canciones que en ’45 Cerebros y 1 corazón’ funden ética y estética, que apelan a los sentidos y hablan con fantasmas.

El dúo tiene el don de convertir cada concierto en algo especial, y así fue este martes en un Apolo (Festival del Mil·lenni) con sillas llenando la pista. También ella comenzó cantando sentada, como los ‘cantaores’, arropada por la guitarra clásica de Bagés en la pieza que da título al disco, que habla “del tabú” de las fosas comunes. Al principio, entre canción y canción se le escapaba la risa, quizá conjurando los nervios. Entrando en material, un temple integral: canto preciso, pensando más en transmitir que en lucir, cuidando las pausas sin pasarse de enfática, extendiendo las manos al público como librando una ofrenda.

RUIDO Y ÉPICA

Los arpegios clásicos de guitarra la siguieron envolviendo en ‘Bienes’, y la eléctrica entró en acción en ‘Jo no canto per la veu’: Bagés, subiendo el tono, recorriendo violentamente el mástil hasta los trastes más altos, incrustando noise y grunge en esa pieza asentada en un ‘cant de batre’ alicantino. De ahí a rescates como ‘Cançó de la Marina Ginestà’, con su épica revolucionaria, y ‘A la vida’, de Ovidi Montllor. Acordes mayores y esa escalada de la estrofa final, cantando “a la vida plena”, el público balanceando sus cabezas hacia delante y hacia atrás con sonrisas de oreja a oreja, “i el cor em diu que sí, / el cervell diu que sí, / i tot en mi és un sí”, y alargando y celebrando ese “sí”, y todo Apolo diciendo que sí una y otra vez para sus adentros, sin alboroto, en serena y honda compenetración.

Después de aquello, Arnal ya no podía seguir cantando sentada, y alzando el cuerpo y la voz fue como cantó a Brossa mirando al público a los ojos, en alerta roja, repitiendo con autoridad y un punto de enfado el mantra de “la gent no s’adona del poder que té”, ahora con más polución eléctrica, aportada por la guitarra pasada por pedales de David Soler, que siguió ahí en el resto del recital: ‘No he desitjat mai cap cos com el teu’, aplicando mística a la sensualidad de Estellés y una ‘Canción total’ en la que Arnal invitó a cantar a la “civi-li-li…”, es decir, a esa palabra, “civilización”, que tanto cuesta pronunciar completa.

Noche del 25 de abril y el canto de ‘Grândola vila morena’, haciéndose oír entre el público antes de unos bises entre los espectros de ‘Desmemoria’ y esa canción de amor cósmica, ‘Tú que vienes a rondarme’, conduciendo a ‘Tu saps’ y ‘Miris on miris’. Completaron el retrato de un tándem, Arnal y Bagés, luminoso y severo, que acude a emociones compartidas sin abaratarlas y que apunta a la trascendencia sin envolverse en ella.