MÚSICA CLÁSICA

Bejun Mehta, sentido y sensibilidad

El contratenor deslumbra al Palau junto a la Akamus con un repertorio presidido por cantatas de Händel, Bach y Vivaldi

Bejun Mehta, en el Palau de la Música catalana.

Bejun Mehta, en el Palau de la Música catalana. / periodico

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA

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Cuando se juntan la belleza, elegancia y virtuosismo de una voz como la del contratenor Bejun Mehta con el sonido refinado de la excelsa Akademie für Alte Musik Berlin (Akamus) solo puede emerger la magia. Y este es el milagro que se produjo la noche del martes en el Palau, durante la actuación del ya célebre sobrino de Zubin Mehta. La interpretación de un repertorio presidido por cantatas de diversidad estilística y conceptual, entre lo sacro y lo profano, conmovió a unos espectadores que incluso respetaron los silencios del final de unas recreaciones llenas de sentido y sensibilidad.

La de Mehta es una de esas voces que siguen la estela de los ‘castrati’ y que se adapta como un guante al contenido de  un programa como el ofrecido en el recinto modernista. Pero tan importante como la riqueza de matices de su versión de estas obras, expresadas con abrumador pero no exhibicionista dominio de la coloratura, intensidad dramática y emotivo recogimiento, fue su fusión con la Akamus. Y es que tan impactante resultó el preciosismo de la dicción de estas cantatas, con un fraseo impecable, como la aportación de una orquesta desdoblada en distintos formatos camerísticos. En ella deslumbraron aportaciones como la de la sublime oboísta Xenia Löffter, en memorables dúos con el cantante en ‘Ich hage genug’ de Bach o en el de la emocionante ‘Schlage doc gewünschte Stunde’ tocando las campanas.

UNA GRAN VELADA

La formación dirigida por el concertino Bernhadt Forck demostró, como ya sucediera como la reciente ‘Pasión según san Mateo’ con René Jacobs en el podio, su gran categoría tanto en el plano de su complicidad con el contratenor como en la interpretación de las piezas instrumentales de Vivaldi o Caldara. Mehta, reciente triunfador en el Teatro Real con la ópera 'Rodelinda' de Händel, empezó hincando el diente al que es su autor fetiche, con el que se mostró muy cómodo e integrado. Brilló en el intimismo del aria de la cantata 'Siete rose ruggiadose’ y desplegó toda su arte con 'Mi palpita il cor', alternado arias y recitativos.

La introvertida expresividad del cantante apareció en la ya citada obra de Bach, doliente y de profundo carácter místico. Un lamento de gran hondura de Johann Christoph Bach precedió al tobogán de la cantata de Vivaldi 'Pianti, sospiri e dimander mercede', en el que el dinamismo de la cuerda de la orquesta respaldó al artista en los tiempos frenéticos y contrastados de aria 'Lusinga é del nocchier'  y  en su dominio de las agilidades en 'Cor ingrato'. El acompañamiento celestial de las campanas en la mencionada obra de Hoffmann dieron fuerza al alegre canto de la llegada de la “anhelada hora”. El remate con Händel – (¿quién si no?- con los salmos del 'I will magnify thee'cerraron la aclamada actuación. Una propina con 'Yet can I hear that dulcet lay' del mismo autor, coronó una gran velada.