El prodigio de Ed Sheeran

El prodigio de Ed Sheeran

El prodigio de Ed Sheeran / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Un ídolo juvenil que se presenta solo en el escenario con una guitarra acústica, como un cantautor callejero que se hubiera colado como polizón en el autobús de gira de una banda famosa y hubiera burlado todos los controles. Pero no era el telonero quien ayer domingo, a las nueve en punto, comenzó a entonar Castle on the hill en el Palau Sant Jordisino la flamante estrella millennial trovador de mínimos con aptitudes para traspasar la frontera con el público a lomos de canciones entre sensibles y sensibleras entonadas en primera persona.

Sheeran one man showafín a la idea de que el equilibrio entre vulnerabilidad y carácter, entre estrofas lánguidas y tatuajes hasta los codos, resulta irresistible para una audiencia entre adolescente y veinteañera que minutos antes de comenzar hacía la ola apasionadamente en las gradas del Sant Jordi. Sí, el cantautor británico, de ancestros irlandeses, actuó como un solitario folk singer, aunque no se trató de un espectáculo austero: flanqueaba al artista un aparatoso montaje de pantallas de vídeo que multiplicaba fragmentos de su imagen. Un recurso que ya le acompañó, a una escala menor, en su recital del Sant Jordi Club de noviembre del 2014. Sheeran, sumado, multiplicado y dividido, pues, en coherencia con los títulos de sus tres discos, el último de ellos conocido por el símbolo matemático ÷

Primeros compases de tono autobiográfico, con ese Castle on the hill que alude a sus recuerdos de infancia y primera juventud en la localidad de Framlingham, al este de Inglaterra, a juego con las evocaciones lejanas de la segunda canción, Eraser. Ahí, Sheeran disparó su primer loop rapeó y rompió su imagen de cantautor estático balanceándose entre los chivatos (los altavoces que le permitían escucharse) arropado por coros pregrabados. Primeras palabras de la noche, en inflexible inglés, celebrando lo «amazing» de la situación y asegurando encontrarse en un «beautiful place».

CRUCE DE GÉNEROS / Sheeran logró ese prodigio consistente en dar la impresión de que cantaba para cada uno de los asistentes, como quien dice a la oreja, esas piezas que funden maneras folk, estribillos pop y tramas rítmicas y entonaciones vocales propias del r'n'bFans, más de 17.000, que hace dos meses agotaron las entradas a toda velocidad y que secundaron cada sílaba de Dive, pusieron espontáneos coros a Don't y atendieron con silencio a la oscura travesía, con reflejos espirituales, de BloodstreamRepertorio con rastros de música celta en Galway girl Nancy Mulligan, y escorado hacia la torch song en How would you feel, en la que intervino excepcionalmente un teclista y que hizo pensar en Van Morrison cuando se pone cursi.

Influido, según ha dicho, por Dylan, los Beatles y Eminem, Sheeran se mostró como hijo de su tiempo al abordar la única composición ajena de la noche, Human, la que abre el reciente disco de su compatriota Rag'n'Bone Man, y que fundió con un I see fire cantado por todo el Sant Jordi. Y luego ofreció la canción que más ruido ha hecho en torno a Ed Sheeran en los últimos meses en nuestras latitudes.

No la ha interpretado en la mayoría de sus conciertos recientes, pero habría sido raro que en el Sant Jordi se quedara en el tintero. Y así, Barcelona, su brisa de verano, su sangría y su «mamacita rica», más caribeña que mediterránea, sonó en la ciudad que la inspiró. Sin reproches, con un entusiasta coro popular de aprobación. Y desplazando a la canción que ocupaba su lugar en otros conciertos, Supermarket flowers.

DESMELENE CON FALSETE / La hora y 35 minutos de recital reservó para el final las citas a algunos hitos pasados: el reposado y sentimental Thinking out loud, y en contraste, un Sing despendolado,con pautas funky y canto en falsete. Un único bis trajo la reciente Shape of you y el rescate de You don't need me, I don't need you, de su primer disco, You don't need me, I don't need you+ Ed Sheeran rascando la guitarra con fuerza para cerrar la noche igual que la empezó, como un cantautor de calle convertido en ídolo.