Sting rescata a Sting

El cantante británico muestra su cara más vigorosa en el Sant Jordi Club

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JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Sting echaba de menos a Sting, a la primera versión de sí mismo, afín a las urgencias de The Police, y, tras una década grabando discos acústicos y sinfónicos, pasea una obra vigorosa y, sobre todo, pop, ya era hora, '57th & 9th', que presentó anoche en el Sant Jordi Club. Un título que no entraña ningún concepto de altos vuelos: es tan solo el nombre del cruce de calles donde se encuentra el estudio neoyorkino en que lo grabó. Urbanidad, pues, un poco de urgencia y coartada para recuperar los clásicos de los días de juventud.

En visitas anteriores, Sting solía recalar en el Palau Sant Jordi, pero ahora debe conformarse con la sala anexa, eso sí, a rebosar: 4.620 personas, según la organización, en un recital que supuso el estreno de la gira europea. Público buena parte del cual ya estaba ahí cuando Sting salió a interpretar una de sus nuevas canciones, 'Heading South on the great North road', en acústico, antes de dar paso a los teloneros, su hijo, Joe Sumner y el grupo The Last Bandoleros.

BASE DE GUITARRAS

Joe se integró luego en el trío de coristas que arropó a su padre desde la primera canción, ni más ni menos que 'Synchronicity II', de The Police, con su riff de guitarra un poco modificado por Dominic Miller. Banda de cuatro piezas, sin teclados dulcificadores, y un guión que siguió mirando hacia atrás con 'Spirits in the material world' y un juguetón 'Englishman in New York' con su estribillo compartido repetidamente por el público: «Be yourself, no matter what they say». Escenario desnudo, sin atrezzo ni vídeo, y un Sting economizado, esencialista, que confirmó el rumbo vigoroso de aquella gira del verano del 2015 que pasó por Cap Roig. Menciones honoríficas para el argentino Miller, que, como hizo notar el jefe, lleva ya casi 30 años ejerciendo de escudero, y que en el Sant Jordi Club asumió buena parte del peso instrumental.

canciones nuevas, naturalmente, no rivalizaron con las de The Police, pero transmitieron esa sensación de que el artista se ha sacudido de encima algunas capas de polvo: la dinámica 'I can’t stop thinking about you' y, sobre todo, esa arisca 'Petrol head', ambas que sonaron de la mano de rescates de sus discos de entretiempo, como 'She’s too good for me', con acordeón latino, 'Fields of gold' y 'Shape of my heart'. Exaltación en la sala con 'Message in a bottle', reviviendo los viejos tiempos con un Sting reencontrado con el espíritu de la new wave y reclamando un «S. O. S.» en aceptables condiciones vocales. 

Luego, un momento extraño: homenaje a David Bowie con un 'Ashes to ashes' que no cantó la estrella sino el siempre dispuesto Joe, un chico que sirve para todo. Primero solo con la guitarra eléctrica, luego apoyado por toda la banda, conduciendo esta enigmática, galáctica, canción por unos márgenes rockeros que habrían hecho fruncir el ceño al Major Tom. Otra cita al nuevo disco, la quinta y última de la noche, '50.000', precedió a una batería de 'greatest hits' que abrió con jamaicano sigilo 'Walking on the moon' y que condujo al incendio en un 'So lonely' de disfrutable aceleración. Regreso al Sting de la temporada 1978-79, o casi.

ATRACÓN DE ‘HITS’

El desvío por los exóticos caminos de 'Desert rose', éxito de 1999 que en su día grabó con la estrella del rai Cheb Mami, aquí con refuerzo de percusión, condujo a un 'Roxanne' que incorporó pliegues soul con la cita a 'Ain’t no sunshine', de Bill Withers. Punto y final, y un bis que viajó de la trepidante 'Next to you' al 'hit' de 'hits', 'Every breath you take'. Y una propina más que, a diferencia de la gira americana, donde cerraba con 'The empty chair', del último disco, trajo otro clásico, 'Fragile'. Hora y 40 minutos, algo menos de lo habitual que en giras anteriores, con un Sting que fue al grano, condensando su currículo y tratando de fundir su presente con su mejor pasado.