OTROS ESCENARIOS POSIBLES

Te doy una canción cuando apareces

Las plazas de Gràcia empiezan a absorber parte de los músicos que ya no quieren ni pueden trabajar en las calles de Ciutat Vella

otros  escenarios  chacareras en gracia

otros escenarios chacareras en gracia / periodico

NANDO CRUZ / BARCELONA

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Nicolás empieza su jornada laboral en la plaza de la Virreina. Ya no quiere bajar más al centro de la ciudad. Hay demasiada gente y demasiada presión policial. Se trabaja mejor en las plazas de Gràcia. Hoy estrena un amplificador comprado en el barrio. Es un modelo Cube, especial para tocar en la calle, cuya base inclinada proyecta el sonido desde el suelo hacia arriba. También estrena atril. "Me estoy profesionalizando", bromea, mientras se planta ante a la terraza del bar Terra. Le acompaña su inseparable perrita Almendra.

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La educación ciudadana nos enseña a ver a Nicolás como una molestia. Sin embargo, en cuanto entona 'Alfonsina y el mar', las conversaciones en las mesas se relajan y la clientela queda prendada de su voz. La voz de Nicolás: cuesta creer que de un cuerpo tan menudo brote un registro tan fresco y recio. Es una voz de fuente de montaña. De repente, una moto cruza la calle de l'Or y el hechizo se rompe. De repente, la molestia ya no es la presencia de Nicolás, sino el tráfico rodado. Una canción reeduca nuestra percepción de 'lo molesto'.

Y es automático: cada matrimonio de abuelos del barrio que pasa por la plaza con el carro de la compra hace un alto para escuchar a Nicolás. Ahora canta 'Te doy una canción' de Silvio Rodríguez. "Te doy una canción cuando apareces / El misterio del amor / Y si no no apareces no me importa / Yo te doy una canción", dice. Ese es su trabajo: regalar canciones. No existe acoso. El que quiera, que pague algo. La ley pena esta actividad por considerarla un uso intensivo de la vía pública, pero a los veinte minutos ya se habrá esfumado.

CHACARERAS CALLEJERAS

Nicolás Ramos nació hace 32 años en Córdoba, la Córdoba argentina, y lleva cinco en Barcelona. Esta mañana de sábado está tirando mucho de clásicos de la canción latinoamericana, pero su gran especialidad es la chacarera, género del norte de su país que borda con su voz de roble joven. Antes de irse lanza al viento 'El olvidao', una chacarera de Néstor Garnica. Cuando se dispone a pasar la gorra, la mayoría de público ya le espera con las monedas en la mano.

En la plaza del Sol está Iván, otro argentino que tras cantar por las calles de Madrid y Berlín, ahora se mueve por Gràcia. "Este verano se van a juntar músicos muy buenos acá en Barcelona", dice. Y menciona a Fito, un uruguayo que puntea a la velocidad de Django Reinhardt. Iván y Nicolás coinciden a menudo por las plazas. Iván sabe que Nicolás tiene una voz extraordinaria y le cede su micrófono de diadema. Hoy es la primera vez que actuarán juntos. ¡Estreno mundial! Nicolás, liberado de la guitarra, mece tímidamente su mano derecha al son de la melodía. Está conociéndose como intérprete.

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Varios niños, siempre los espectadores más sinceros, se acercan a los dos músicos. Sus madres sonríen orgullosas de su innata curiosidad. Al poco, dos 'runners' estresadas se sientan en el suelo a hacer estiramientos. Un joven cruza la plaza a toda prisa mirando el móvil, pero reduce la velocidad. Es muy gracioso observar la escena desde lejos. Unos se detienen voluntariamente, otros involuntariamente y algunos mal disimuladamente. Pero casi todos alteran su rutina porque dos músicos callejeros se han colado en su vida sin avisar.

TELARAÑA Y VENENO DULCE

Un biólogo describiría este comportamiento animal urbano del siguiente modo: los arpegios de guitarra de Iván tejen una hipnótica telaraña en la que queda atrapado todo el que pasa cerca para que, acto seguido, los deliciosos agudos de Nicolás inoculen su dulce veneno. Suena la sublime 'Zamba para olvidar' del cantautor argentino Daniel Toro. Y el tiempo se detiene en la plaza del Sol.

"¿Se ha notado?", pregunta Iván cuando su socio regresa con la colecta. "Se ha notado, se ha notado", responde Nicolás. Abre el sombrero y aparece hasta algún billete de cinco euros. El hambre aprieta y Nicolás solo piensa en la 'calzone' cuatro quesos que se atizará en plaza de la Revolució, donde ya actúa un trío de country-rock-swing. Tom, un pelirrojo de Leicester, aborda con gran soltura el 'Trying to get to you' de Elvis Presley y el 'Don’t think twice it’s alright' de Bob Dylan. Le arropan dos franceses al saxo y el trombón. Hay nivelazo.

EL MEJOR FESTIVAL DE BARCELONA

El dúo enfila hacia la plaza de la Vila. Es el enclave más silencioso, donde más luce su cancionero. Vale la pena tomar un autobús desde cualquier punto de la ciudad para venir a escuchar esto. La música callejera no es la tercera división de la música en directo. Es una escuela con códigos bastante más nobles que los del circuito profesional; un escenario con entidad propia por el que deambulan artistas con mucho más nivel del que imaginamos. El festival más sorprendente e infravalorado de cuantos se celebran en Barcelona es el que integran cientos y cientos de músicos que diariamente se buscan la vida en nuestras calles.

De vuelta a la plaza de la Revolució, el trío de Tom ya se marcha, pero no vale la pena cantar ahora. Una norma no escrita entre los músicos de la calle aconseja dejar franjas de 20 a 30 minutos sin música para no saturar a la gente que está en las terrazas. Nicolás e Iván suben a la Virreina, pero ya son las dos. Hay demasiada gente y demasiado ruido. No merece la pena. Acuerdan quedar mañana pronto para ensayar más canciones y aumentar su repertorio. Más clásicos de la canción latinoamericana y, por favor, más chacareras

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