CRÓNICA

A Contra Blues, a por su ciudad

Después de hacerse un nombre en Europa, la banda se reivindica en Barcelona con un intenso concierto en Apolo

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ROGER ROCA

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"Creo que conozco a todo el mundo. Esto Bon Jovi no lo puede decir, ¿eh?", dijo Jonathan Herrero, voz y rotundo 'frontman de' A Contra Blues a mitad de concierto. Es poco probable que conociera a las más de 600 personas que el jueves fueron a la Sala Apolo para la presentación de sus séptimo disco, 'Heart and guts'. Corazón y entrañas. Traducido por Herrero, "corazón y pelotas". No conocían a todos, pero A Contra Blues tiene un público fiel, que le ha acompañado durante los más de diez años que el grupo lleva en marcha, invisible para el gran público y para los medios de comunicación de su ciudad. Desde el 2014, cuando ganaron un concurso europeo de bandas de blues, han tocado en un montón de festivales por todo el continente, aunque en Barcelona les cuesta encontrar conciertos.

Arnau Vallvé, batería de Manel, estaba en la sala. El blues rock no es precisamente su onda pero es amigo de la banda y se lo pasa en grande en sus conciertos. Apostado junto a la mesa de sonido, Vallvé lo resumía muy bien. "Si fueran norteamericanos triunfarían un montón". Pero son de Barcelona y encima tienen un nombre con muy poco gancho. Y en realidad tampoco son una banda de blues. O no solo son eso. Ellos mismos se reivindican mestizos. Invocaron a Red Hot Chilli Peppers, Albert King y Freddy King en una misma canción que resume su credo, que en palabras de Herrero reza: "Me da igual lo que sea el blues, me la suda". A Contra Blues tocan todos los palos de la música norteamericana de raíz. Rock and roll, rock a secas, swing, baladones roqueros con subidón, canciones de Nina Simone y hasta 'En el lago', de los andaluces Triana, con todo su juego de arabescos vocales.

TODOS A CIEN

A Contra Blues son tan malos para el 'naming' como buenos poniendo al público a cien. Tienen un par de guitarristas que se las saben todas, una base rítmica que anda como un reloj y un cantante con chorro de voz y carisma que si se lo propusiera sería estrella por un día en cualquier concurso televisivo de talentos. Saben que hay que empezar a medio gas y dejar lo gordo para el final, y que una balada colocada en el momento justo vale su peso en oro. Cuando Herrero se apartó del micro para cantar a cappella que querría saber "a qué sabe la libertad", a un grupo de hombres maduros con chaqueta de cuero les brillaban los ojos y una amiga le hacía a otra el gesto de 'piel de gallina'.

Invitaron a media docena de coristas, entre ellos Paquito de la Fundación Tony Manero, en un homenaje muy resultón a Ennio Morricone y tocaron techo con la hipnótica 'Sinner man' de Nina Simone. Los 'riffs' de guitarra entrelazados, uno tú, uno yo, el contrabajo levantado por encima de la cabeza, el público jaleando a Núria, la impecable batería que parecía tener su propio club de fans, y Herrero sacando a pasear su voz de trueno. En ese momento parecían capaces de convencer a cualquiera. Aun llamándose A Contra Blues. Els Pets tenían un nombre aun peor y lo consiguieron.