CRÍTICA | Joan Daniel Bezsonoff: el narrador como jazzman

Los personajes son más humanos en 'La ballarina de Berlin', la última novela del escritor de Perpinyà

Joan Daniel Bezsonoff

Joan Daniel Bezsonoff / JOSEP GARCIA

VICENÇ PAGÈS JORDÀ

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Leer los libros de Joan Daniel Bezsonoff (Perpinyà, 1963) es como contemplar una exposición de cuadros del mismo pintor: hay unas constantes y también unas especificidades que aprendemos a paladear si sabemos adentrarnos en ellas. Las constantes, que otorgan el toque personal a todas sus novelas, son el argumento que fuye con ligereza, el trasfondo de alguna guerra europea, el paseo histórico por un par de capitales, la documentación minuciosa, el protagonismo de personatges erotómanos interesados en la lingüística, la presencia lateral de personajes históricos, la banda sonora de cantantes como Luis Mariano.

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La especificidad de 'La ballarina de Berlín' es la Centroeuropa de entreguerras, en la que va tomando forma el huevo de la serpiente. El oficial polaco Jerzy Sosnowski, amante de las mujeres y de la equitación, organiza un harén de espías que lo mantienen informado sobre los movimientos de la diplomacia alemana. Él es el auténtico protagonista del libro, igual que el capitán Ahab lo es de 'Moby Dick': como la ballena blanca, la bailarina Lea Niako tarda en aparecer, tiene el papel de contrapunto, añade misterio a la trama y acelera su crescendo.

A pesar del ambiente prebélico, 'La ballarina de Berlín' incorpora menos escenas sangrientas y menos diálogos cínicos que otras obras de Bezsonoff. Los personajes son más humanos, aunque su capacidad amatoria se mantiene a un nivel olímpico. El humor desencantado y la 'nonchalance' no se han desvanecido, al contrario. Cuanto más intensa es la escena, más sorprenden los adjectivos.  

Ningún otro autor catalán utiliza con tanta constancia ni verisimilitud palabras como 'fringaire' o 'gomorritzar'. ¿Algún otro novelista del país se habría atrevido a narrar las peculiaridades eróticas de Hitler y Goebbels?  Una novela de Bezsonoff solo se parece a otra novela de Bezsonoff. El narrador se moverá en ella con la libertad de un jazzman: resume, suprime, salta adelante y atrás, se detiene en escenas mórbidas, interpela al lector, incorpora comentarios metaliterarios, cita en diez lenguas. Más que a un río, estas novelas recuerdan a un torrente. Cada una de ellas contribuye a completar el friso de la historia reciente de Europa.