CRÍTICA DE CINE

'El viajante': la eficacia probada del maestro Farhadi

La falta de originalidad no merma el genio del director iraní haciendo juegos malabares con un conflicto que crece como una bola de nieve

NANDO SALVÀ

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La mecánica narrativa de 'El viajante' no sorprenderá a nadie que conozca el cine previo de Asghar Farhadi. Primero, porque es un melodrama familiar estructurado a la manera de una intriga detectivesca y protagonizado por gente atrapada en una red de emociones confusas, sentimientos miserables, oscuros secretos y dilemas morales complejos. Segundo, porque transcurre mayormente en un apartamento donde se escenifican divisiones -hombres vs. mujeres, la tradición vs. lo moderno, la élite cultural vs. el vulgo que lastran la sociedad iraní. Tercero, porque usa un incidente doméstico y sus efectos para orquestar una sucesión milimétricamente precisa de giros argumentales y revelaciones, y en el proceso nos invita no a decidir quién tiene razón y quién no sino a comprender que aquí esa elección no procede porque, como dijo Jean Renoir, todos tenemos nuestras razones.

La falta de originalidad, en todo caso, no merma la maestría de Farhadi haciendo juegos malabares con un conflicto que crece como una bola de nieve al descender, meditando en el proceso sobre asuntos como el patético honor masculino y la naturaleza evasiva de esas cosas que llamamos verdad y justicia, y creando tensión irrespirable suficiente para evitar que nos demos cuenta de que a su artificio dramático se le ven las costuras. Estamos demasiado ocupados sujetándonos el alma dentro del puño.