EL LIBRO DE LA SEMANA

Alex Gombau, historias del Bronx

En su primera novela, 'Carrers salvatges', Àlex Gombau documenta el mundo de las bandas pandilleras del Nueva York de los 70

Un fotograma de la película 'Los amos de la noche'

Un fotograma de la película 'Los amos de la noche' / periodico

VICENÇ PAGÈS JORDÀ

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No es habitual que el primer libro de un autor me mantenga atrapado hasta el epílogo, pero es lo que me ha sucedido con ‘Carrers salvatges’, de Àlex Gombau (Barcelona, 1969), una novela de 600 páginas ambientada en el Bronx.

En los años 60 y 70 este barrio neoyorquino se constituyó como un ícono popular en el mundo. Películas como ‘Los amos de la noche' (1979) o ‘Distrito apache: el Bronx’’ (1981) nos familiarizaron con las bandas juveniles que dominaban calles con edificios abandonados, borrachos, yonquis y prostitutas deambulando entre los escombros y la basura, bajo la única ley de la violencia. Hoy, gran parte del Bronx ha sido remodelado y gentrificado, pero todavía mantenemos la costumbre de llamar con este nombres los suburbios más degradados de nuestra ciudad.

Àlex Gombau divide la novela en dos escenarios: el paupérrimo Bronx Sur de los 70 y el festivo Manhattan de 2014, donde una universitaria catalana se traslada para estudiar Comunicación. Las dos etapas están vinculadas por un chico que resulta ser descendiente de dos familias del barrio que en los 70 pagaron su correspondiente cuota de drogadicción y delincuencia, y por un policía de entonces que ha acabado trabajando en el campus universitario.

No es raro que el nombre de Dickens aparezca en ‘Carrers salvatges’: como él, Àlex Gombau tiene la voluntad explícita de documentar los abusos y de denunciar las injusticias. Al fin y al cabo, en el Bronx se desencadenó la tormenta perfecta que fue mucho peor que lo que mostraban las películas. La combinación de inmigración masiva, deslocalización empresarial y crisis económica dio como resultado un paro galopante y una degradación de las condiciones de vida que tuvo consecuencias como la desnutrición y una elevadísima mortalidad infantil. Muchos propietarios incendiaban los edificios para cobras las indemnizaciones. Dos terceras partes de los habitantes del Bronx abandonaron el barrio. En cambio se quedaron 10.000 miembros de bandas juveniles y 20.000 yonquis.

En este escenario, coloca a sus personajes: adolescentes bien intencionado que se decantan por el mal camino, personajes sin escrúpulos, policías que cometen errores que les perseguirán toda la vida, neoyorquinos vegativos y catalanas ingenuas. El autor alterna escenarios, sigue hilos, conecta vivencias, describe experiencias límite, atrapa al lector con un secreto que se va revelando poco a poco, construye una sinfonía que no decae pero que, sin embargo, desafina en algún momento. En general, Gombau supera el reto de armonizar ficción e información, solo que en ocasiones el narrador adopta un tono de sociólogo que puede contagiarse a los personajes, los cuales pueden mantener diálogos cargados de datos enciclopédicos. La acción –ciertamente trepidante- se construye a costa de la psique de los protagonistas, de una sencillez extrema, en especial, la universitaria barcelonesa, pánfila hasta lo inverosímil. Quizá tampoco era necesario añadir al final una trama que conectara la política municipal y la pornografía infantil.

Sea como fuere, el autor, que conoce el tema, trata con detalle el paso de las bandas violentas de los 70 a los bailarines de breakdance, de los grafittis clandestinos a la explotación artística, de los chalecos tejanos a las sudaderas. El libro merece todo el tiempo que le dediquemos.