Isabel Pantoja, decíamos ayer

La cantante sevillana reafirmó sus poderes en un intenso recital en el Palau Sant Jordi

Isabel Pantoja, durante la actuación de anoche en el Palau Sant Jordi, de Barcelona.

Isabel Pantoja, durante la actuación de anoche en el Palau Sant Jordi, de Barcelona.

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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Isabel Pantoja, sentada en un trono de perfiles dorados, mirando al suelo, la mano en el pecho, encontrándose con melancolía y autoridad «en el lugar de siempre / en la misma ciudad / y con la misma gente», ante un Palau Sant Jordi que coreaba su nombre y agitaba cartulinas en forma de corazón. La tonadillera, la diva herida, comenzó con esa imagen sobria y orgullosa, anoche, un concierto generoso, de amplios contornos, arropada por una orquesta de 83 integrantes.

Reencuentro con morbo, seguramente, pero, después de todo, se trató de un señor concierto de Isabel Pantoja en versión integral: la cantante melódica de rima arrebatada, la coplera y la flamenca. Luciendo poderío vocal y dejando que fuera el público el que, si lo deseaba, estableciera paralelismos entre sus estrofas y las circunstancias de su vida.

SIN SEGUNDAS / Buscar en su reciente Hasta que se apague el sol mensajes entre líneas sobre su paso por el centro penitenciario de Alcalá de Guadaira era una misión absurda: el disco se grabó antes, en el 2013. La cita con esos fans mantenidos en suspenso durante año y pico se saldó con una convocatoria un poco menos grandiosa de lo esperado: dos tercios del aforo del Sant Jordi. La cantante habló poco y se acogió a la normalidad del «decíamos ayer» de Fray Luis de León, si bien, al presentar Así fue, una composición del recientemente desaparecido Juan Gabriel, resaltó su condición de «amigo hasta el final», no como otros. «Se quedaron muchos en el camino en este compás de espera», lamentó sin más detalles.

Las canciones de Juan Gabriel («Alberto, mi compadre, te amo, te quiero», proclamó citando su nombre real) se hicieron notar en la primera parte del recital, ya fuera a través de canciones del nuevo trabajo, como la que abrió la noche, Del olvido al no me acuerdo, Del olvido al no me acuerdo,y la tanguera, con pintorescos arreglos tropicales, Por la señal de la cruz, o de rescates de otros tiempos: Así fue, del primer disco que cocinaron juntos, Desde Andalucía (1988). Menciones a otra obra clásica, Se me enamora el alma (1989), con piezas de José Luis Perales como Hay días y Buenos días tristeza.

En ese territorio Perales, honores para el medley de medley Marinero de luces,el disco con el que, en 1985, la cantante lloró la muerte en el ruedo de su marido, Paquirri. Interpretación con teatralidad y pausas dramáticas, sobre todo en Pensando en ti, y una Pantoja que poco a poco fue combinando sus aires mayestáticos con arrebatos coloquiales. Escena de falda levantada y liga a la vista en Dímelo, despreciando a su amante entre risotadas: «Ya no estoy dispuesta a compartir el sol / ¡Así ya no, así ya no!». En un par de momentos se hizo un lío con los pendientes y acabó quitándoselos. Otra pieza, Hasta que se apague el sol la dedicó a sus tres nietos.

REFRESCAR LA MEMORIA / En Se me enamora el alma, regreso a Perales, se mostró contrariada porque al público le costó responder. «Tampoco hace tanto tiempo que no canto, ¿eh? Ahí tenéis que cantar, ¿o ya no os acordáis?», inquirió. Y en Hasta que te conocí hizo callar a la orquesta para crear un ambiente recogido y llegó a abordar un breve fragmento sin micrófono, todo potencia pulmonar.

La orquesta y los coros, con dirección de Carlos Checa, tomaron la iniciativa mientras Pantoja se esfumaba y regresaba ya no vestida de negro sino luciendo una bata de cola. De la canción de corazón abierto y melodrama pasamos a un tramo consagrado a los potpurris de coplas: Antonio Vargas Heredia, Te lo juro yo, A la lima y al limón, Francisco Alegre... Citas a los clásicos, Quintero, León y Quiroga y compañía, resueltas con dominio de la situación, atentas a los arreglos que en su día firmó Luis Cobos.

La niña y el marinero, con clímax arrebatado, y un Ojos verdes relamiéndose en sus puntos de inflexión, alargando a placer las sílabas fuertes. Y de la copla al flamenco y la sevillana para volver a Juan Gabriel en un tramo final que podíamos intuir tan disfrutado por el público como por ella misma. Isabel Pantoja, en fin, ha vuelto y no habrá quien la pare.