CRÓNICA DE CONCIERTO

Cuando el invitado es la estrella

El barítono Juan Jesús Rodríguez triunfa en el Liceu en un recital dominado por Verdi junto al consagrado Gregory Kunde

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CÉSAR LÓPEZ ROSELL

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Venía como aparente invitado de Gregory Kunde, pero acabó siendo el gran triunfador del domingo en el Liceu. Juan Jesús Rodríguez, un barítono de voz fresca y poderosa y ascendente carrera, coronada por su debut en el Met, no aparecía en la foto del programa, dedicada a uno de los tenores que más se prodiga en los teatros. Esta estrategia, planteada desde la idea de vender al artista más conocido, multiplicó la agradable sorpresa de quienes no conocía una de las voces españolas más internacionales en su cuerda. Los dos artistas se repartieron equitativamente el exigente programa, pero fue el onubense el que se llevó las mayores aclamaciones, sin que ello desmereciera la entrega del tenor norteamericano que, con la voz mermada, no tuvo uno de sus mejores días.

El conjunto de la propuesta satisfizo al público, que concluyó con repetidos aplausos y bravos y tres bises, aunque los huecos en la sala evidenciaron que las cinco de la tarde de un domingo no es la hora más adecuada para programar un evento de estas características. Una primera parte consagrada a Verdi, con la orquesta de casa dirigida por Manuel Coves pasada de decibelios (como suele suceder cuando los músicos están sobre el escenario y el conductor no está suficientemente atento), puso de manifiesto el dominio que de este repertorio tiene el barítono.

VIAJE VERDIANO

El dúo ‘Sogno, o son desto’, de ‘I vespri siciliani’, inició el programa, y en él se apreció ya un desequilibrio entre ambos intérpretes. Kunde se enfrentó con decisión al recitativo y aria de Rodolfo de ‘Luisa Miller’. El tenor se mostró expresivo pero irregular, le costó exponer la riqueza de matices y dio la impresión de hacer un sobreesfuerzo al llegar a las notas agudas. Lo propio le sucedió con el aria de Radamés de ‘Aida’, salvada con trucos del oficio de un cantante que ha llegado a lo mejor de su carrera en la edad madura pero que debe administrar mejor sus actuaciones. El dúo del segundo acto de ‘Don Carlo’, con un respaldo orquestal demasiado alto, culminó su viaje verdiano del primer tramo.

Rodríguez estuvo siempre pletórico, con la voz bien colocada, elegante, seguro en los graves y en el centro y exultante en los agudos. Lo demostró en las arias de Renato de ‘Un ballo in maschera’ y Rodrigo de ‘Don Carlo’ y se mostró muy expresivo en el prólogo de ‘Pagliacci’, de Leoncavallo, desplegando acentos más dramáticos y, sobre todo, en ‘Nemico della patria’ del ‘Andrea Chénier’ de Giordano.

Kunde mejoró ostensiblemente con ‘Vesti la giubba’ de’Pagliacci’ y en el aria del tercer acto de ‘Otello’, ‘Dio! Mi potevi scagliar’, pasando de puntillas por 'Donna non vidi mai’ de ‘Manon Lescaut’ de Puccini. El clamoroso dúo de Otello y Iago, con gran complicidad entre los intérpretes, cerró el programa, rematado con las propinas: una impactante ‘Cortigiani, vil razza dannata!' de ‘Rigoletto’ (Rodríguez), la siempre efectista ‘Nessun dorma’ (Kunde) y la repetición del dueto ‘Si, pel ciel!’ con el Liceu puesto en pie.