CRÓNICA TEATRAL
Fiesta, música y pasta para 'L'hostalera'
La Perla 29 presenta la comedia amorosa de Goldoni con un irresistible envoltorio en la Biblioteca, convertida en un hostal
José Carlos Sorribes
Periodista
JOSÉ CARLOS SORRIBES / BARCELONA
Entras en un teatro que no es un teatro, sino una nave gótica. Todo el espacio está lleno de mesas que ocuparán los espectadores con manteles de cuadros, una botella de agua y otra de vino. Te reciben con música en directo, luego te ofrecen un clásico de Goldoni, y te despiden con más música. Ah, y en el entreacto, te traen a la mesa un buen plato de pasta. ¿A ver quién se resiste? Es el encanto de 'L’hostalera', la fiesta teatral recién estrenada por La Perla 29.
La Biblioteca de Catalunya muta de nuevo en una de sus ensoñadoras y mágicas transformaciones. La comedia de Carlo Goldoni, estrenada en 1753, tiene en manos de La Perla 29 los ingredientes para convertirse en otra muestra de un teatro popular y llamado al éxito, el que define a la compañía que ocupa la Biblioteca. Esta vez, en lugar de Oriol Broggi o Ferran Utzet, el piloto es un antiguo colaborador como Pau Carrió. Regresa avalado por éxitos en el Lliure ('Ivan i els gossos', 'Victòria d'Enric V' y 'Hamlet') y con la compañía de un grupo de jóvenes cómplices.
LA CARGA HISTRIÓNICA
El trabajo actoral es uno de los motores de 'L’hostalera'; el otro -y no menos revelevante- es esa reconversión de la nave gótica en el hostal que regenta la seductora Mirandolina. El 'pack Perla' se ha superado esta vez. El público es invitado a viajar a esa Italia felliniana tan querida de Broggi y que traslada la comedia de Goldona de mediados del siglo XVIII a los años 60 del XX. Es tan brillante todo el envoltorio, el 'caliu' que se crea, que llega a dejar en un plano inferior la propuesta estrictamente teatral, a lo que tampoco ayuda una dirección algo plana.
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La revisión dramatúrgica que firma también Carrió eleva el tono histriónico en este juego alrededor del amor que es 'L'hostalera'. Sobre todo lo hace con dos especialistas como Marc Rodríguez (llega a recordar en una escena al Jerry Lewis de 'El profesor chiflado') y Javier Beltrán, actor de gestualidad espatarrante. Quizá ese espíritu extravagante y desaforado para sus personajes debería haber empapado al resto, más académicos y acordes al original y académicos. Laura Aubert es una hostelera picarona, juvenil más que exuberante, y luce su contrastada capacidad cómica. Su feminismo e independencia se disuelven conforme seduce al cretino caballero Ripafratta, de una misoginia que sí suena algo rara en una Italia sesentera y a quien David Verdaguer pone su sello habitual.
El pulso entre ambos queda en tablas porque cuando Mirandolina parecía clara ganadora se decide por un 'matrimonio de conveniencia'. Respeta el original de Goldoni pero hoy también acaba resultando extraño. Entre tantos candidatos como tiene elige a su criado, Fabrizzio, un Jordi Oriol muy cómodo en el doble rol de actor y músico (cantante y saxofonista). Júlia Barceló y Alba Pujol completan el cuadro como las dos alocadas actrices de visita en el hostal.
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