RECUPERACIÓN DE UN PERSONAJE FASCINANTE

El guardia urbano que inventaba monstruos

La última novela de Jonathan Coe reivindica la singularísima obra del olvidado artista barcelonés Josep Baqué

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RAFAEL TAPOUNET / BARCELONA

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El novelista inglés Jonathan Coe arquea las cejas y abre mucho los ojos en un gesto de incredulidad. "¿No es muy conocido en Catalunya?", pregunta. Se refiere al artista barcelonés Josep Baqué, cuya singularísima obra forma parte de algunas de las más destacadas colecciones europeas de Art Brut y tiene una aparición breve pero relevante en la última novela del escritor de Birmingham, 'El número 11' 'El número 11'. A Coe le fascinan tanto los dibujos de Baqué como su biografía, pero ahora, en una visita promocional a Barcelona, está a punto de descubrir con sorpresa que los compatriotas del artista no comparten su entusiasmo en absoluto. Porque la verdad, Jonathan, es que en Catalunya a Josep Baqué hoy no lo conoce prácticamente nadie.

El término Art Brut fue acuñado por el francés Jean Dubuffet para describir las manifestaciones artísticas llevadas a cabo por pacientes de hospitales psiquiátricos; más adelante el concepto se hizo extensivo al arte creado por personas autodidactas que viven y trabajan al margen de la cultura oficial aunque no tengan un historial psiquiátrico digno de mención. Este último parece ser el caso de Baqué, que compaginó la creación de una insólita colección de seres monstruosos y criaturas fantásticas con una vida anodina y sin sobresaltos como funcionario municipal.

BESTIARIO

En su novela, Jonathan Coe relata la visita de uno de los personajes al museo L'Art Brut de Lausanamuseo L'Art Brut de Lausana y en ese pasaje expone de forma concisa lo poco que se sabe sobre la vida y la obra del artista catalán: "El museo albergaba una colección permanente, pero había también una exposición temporal en una sala al fondo. El espacio estaba en ese momento dedicado al 'Bestiario' de un artista de Barcelona llamado Josep Baqué. Por lo visto, Baqué había vivido en sus itinerantes años juveniles en Marsella, Düsseldorf y la región del Avesnois -grabando lápidas, entre otros oficios-, pero en 1928 había vuelto a Barcelona, donde pasó los restantes 40 años de su vida trabajando como guardia urbano. [...] Hasta su fallecimiento en 1967 nadie conocía la magnitud de su producción: su familia descubrió 1.500 dibujos de diversas formas y tamaños, la mayoría de ellos de bestias míticas o semimíticas representadas con colores vivos y unas pinceladas toscas pero intrincadas, incluso obsesivas. En la exposición se podían ver dragones y lagartos; híbridos mutantes de caballo y flamenco; serpientes marinas; tortugas y peces multicolores con miradas de angustiosa tristeza en sus ojos; extraños insectos: escarabajos con alas de mariposa, ciempiés con prominentes labios rojos y dientes de hidra. Y también había arañas". 

Esa exposición en el museo de Lausana tuvo lugar realmente, entre julio y octubre del 2014 (ahí fue donde Coe vio por primera vez la fauna fantástica que describe en el libro); con motivo de la muestra, se publicó un opúsculo de 44 páginas, 'Josep Baqué et son bestiaire', en el que el sobrino nieto del artista, Esteve Freixa i Baqué, catedrático de Ciencias de la Conducta de la Universidad de Picardie-Amiens, aportaba alguna información sobre el olvidado creador de monstruos catalán.

JUVENTUD NÓMADA

Josep Baqué nació en Barcelona el 12 de diciembre de 1895. Su padre trabajaba en una fábrica de azulejos y fue su tío, que coleccionaba revistas de arte, el que espoleó su interés por el dibujo y la ilustración. Su carácter rebelde y obstinado derivó en continuos enfrentamientos con su familia y a los 17 años decidió independizarse y viajar a Francia. Al ser menor de edad, fue retenido en la frontera y las autoridades amenazaron con repatriarlo, pero los padres de Baqué le dieron autorización para seguir adelante. De Francia pasó a Alemania, donde tuvo diversos empleos (almacenista, picapedrero, pinche de cocina...) y donde le sorprendió el estallido de la primera guerra mundial. Emprendió viaje de regreso a Barcelona, pero en un control fronterizo fue tomado por un desertor alemán (su pelo rubio le daba un aire germánico), de modo que tuvo que dar la vuelta y cambiar de itinerario.

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Tras pasar un tiempo en su ciudad natal, cumpliendo con sus obligaciones militares, en 1920 partió de nuevo al extranjero. Vivió en diversas ciudades de Alemania, Bélgica y Francia y trabajó como grabador de lápidas funerarias. En 1928, sin dar ninguna explicación, volvió a Barcelona, se instaló en casa de sus padres e ingresó en la Guardia Urbana. Ya no se movería en los siguientes 40 años.

1.500 DIBUJOS

En esas cuatro décadas, Josep Baqué restringió por completo su vida social: permaneció soltero, carecía de amigos y apenas se relacionaba con sus familiares, con la excepción de su sobrina y ahijada. Su tiempo se repartía entre el trabajo -regulaba el tráfico en las Rambles y jamás solicitó una promoción- y la secreta creación de un universo de monstruos fantásticos en los que se mezclaban elementos humanos y animales. Nadie vio esos diseños hasta su muerte, en 1967, cuando entre sus objetos apareció una caja con 450 láminas que contenían 1.500 dibujos de otras tantas criaturas, clasificadas por el propio autor en nueve categorías: "animales y bestias salvajes", "hombres primitivos", "murciélagos e insectos", "arañas gigantes", "serpientes", "caracoles", "pulpos y sepias", "animales con plumas" y "peces diversos".

Se desconoce el origen de esa obsesión por las bestias prodigiosas. Su sobrino nieto apunta una teoría: cuando trabajaba como guardia urbano, Baqué solía apostarse en la zona del Pla de l'Os, "y es posible que quedara impactado por el dragón de la fachada de la tienda de paraguas [la Casa Bruno Cuadros] y se inspirara en él". Esteve Freixa fue el encargado de administrar el legado artístico de su tío abuelo, que hoy se halla repartido entre diversas colecciones, incluidas las de L'Art Brut de Lausana, el Museo de Arte Moderno, Arte Contemporáneo y Art Brut de Lille y el Museo de la Vida de París. La obra de Josep Baqué ha sido objeto de exposiciones en París, Bruselas y Lausana. Nunca se ha exhibido en Catalunya