MEMORIAS

Juan Luis Cebrián, un privilegiado en portada

Como en un diario, la portada del libro destaca lo más sobresaliente de lo que lleva dentro

Juan Luis Cebrián.

Juan Luis Cebrián. / periodico

IOSU DE LA TORRE

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La primera página de un diario es el escaparate de lo más sobresaliente que lleva dentro. Pasen y lean. Juan Luis Cebrián emplea este concepto para titular las memorias del periodista que fue. Usa la tipografía de la cabecera de 'El País', blanco sobre negro, y rojo intenso para subrayar nombre compuesto y apellido sonoro, iluminados con aquella foto del 23-F donde unos reporteros leen la edición especial en las escaleras del hotel Palace. 

Primera página es también el término que, en estos tiempos de pantallas, reivindica Arturo Pérez-Reverte frente a quienes emplean el de portada o tapa. La trayectoria de Cebrián es de primera. Coinciden amigos y enemigos, los vivos y los muertos. 'Don Juanluis' nunca ocuparía la última página, que es como también se llama a la contraportada y que debería tener en cuenta por ser por la que muchos inician la lectura del diario.

QUE CONOZCAN SU ESTIRPE

El principal objetivo de esta autobiografía queda claro en la dedicatoria del autor a sus  hijos y nietos: que conozcan su estirpe. Debió anteceder al sustantivo de su abolengo con el adjetivo privilegiada. 

Siempre ha sido un privilegiado. Lo fue la mañana en que vino al mundo en el seno de una familia de vencedores de la guerra civil, la tarde en que García Márquez lo llevó al olimpo de las letras –antesala en el laberinto del poder–, y la noche en que cobró un pellizco millonaria mientras en su empresa despedían a decenas de periodistas. Lo primero lo admite en el libro sin complejos.

Lo último parece haberlo olvidado, según trascendió en aquella conversación con Jordi Évoleaquella conversación con Jordi Évole en la que el presidente de Prisa quiso fingir que acudía al encuentro para hablar más que nada de su libro de memorias.

Tras la promoción, el boca oído, la bronca ruidosa de las redes, toca la lectura que contradice a cuantos le negaban calidad literaria. El hombre que pasó por el periodismo camino al poder sitúa al lector, de un modo brillante, en aquella España de la posguerra y la Transición para también mirar al presente que tanto le incomoda.

La visita a aquel tiempo en que conspiraba con Juan Carlos de Borbón y sin Suárez, sufría a Arias Navarro, sulfuraba a Fraga Iribarne y se dejaba seducir por González, le permite diseccionar sin anestesia a los políticos de hoy, especialmente a Pablo Iglesias, y arrepentirse de algunas sus propias actitudes.

Le llega el vómito ante las múltiples denuncias de hoy contra curas pederastas por no haberse atrevido a contar en su día que sufrió abusos en la infancia. Sí, hubo una España de mierda en que la sociedad tenía asumida la perversión de quienes vestían sotana. 

PERIODISMO CON MAYÚSCULAS

En la época preuniversitaria de este nuestro oficio, pronunciar el apellido de Juan Luis Cebrián era referirse a un periodismo con mayúsculas de los que tuvieron la suerte de estar en el lugar exacto en el momento oportuno. También se oían tiros contra al director de aquella biblia periodística. Cuántas cosas se atribuían a Cebrián, al que un antiguo compañero de batallas describe como periodista perfecto, «el mejor», sin ocultar su decepción al sentirse hoy traicionado.

El mito del periodismo se inmola, solo un ratico, al confesar que en momentos cruciales arrojó a una trituradora el manual de deontología periodística. Sí, fue capaz de publicar un artículo totalmente falso contra un conocido  empresario y se achantó ante Pujol para no informar más sobre el escándalo de Banca Catalana. 

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