ICONOS DE LA CULTURA POPULAR

El tebeo que nació hace cien años

Un estudio homenajea el próximo centenario del 'TBO', legendaria revista infantil nacida en marzo del 1917

Fragmento del dibujo de Kap para la portada de 'El tebeo que va donar nom  als altres. 100 anys'.

Fragmento del dibujo de Kap para la portada de 'El tebeo que va donar nom als altres. 100 anys'. / periodico

ANNA ABELLA / BARCELONA

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Fue “el tebeo que dio nombre a los demás”, recuerda ya desde el título el libro que “reivindica, homenajea y celebra los 100 años” del nacimiento, el próximo 11 de marzo del 2017, de la revista ‘TBO’, la legendaria publicación infantil por cuyas viñetas desfilaron series y personajes como La familia Ulises, 'Los grandes inventos de TBO', Eustaquio Morcillón y Babali o Altamiro de la Cueva y dibujantes históricos como Opisso, Benejam, Urda, Muntañola, Josep Maria Blanco Ibarz o Josep Coll. 

El ‘TBO’ entraba en 1917 (a un precio de cinco céntimos de peseta) en un mercado dominado por cabeceras como 'En Patufet', 'Dominguín' o '¡Cu-Cut!'. “Las claves iniciales del éxito -opina el periodista Jordi Manzanares, autor del estudio, publicado por Diminuta en catalán- están en que rompe con la idea de la época de que una revista infantil debía ser educativa. Apostaron por un producto comercial y lúdico que buscaba distraer a los niños”. Nació cuando Joaquín Arques, administrador y guionista del impresor Artur Suárez, que publicaba revistas de humor basado en el sexo (llamadas psicalípticas), le sugirió a este lanzar una publicación para chavales para amortizar la maquinaria. Autor también de zarzuelas, hasta le sugirió el nombre, que, según revelaba la antigua secretaria de redacción Rosa Segura en sus memorias, se inspiró en el de una pieza lírica estrenada en 1909 que trascurría en la redacción de un diario imaginario llamado ‘TBO’. 

A los pocos números Suárez vendía la cabecera por 3.000 pesetas al que sería su yerno, Joaquim Buigas, quien para Manzanares fue el alma máter de la revista hasta su muerte, en 1963. “Hacía los guiones, maquetaba, dirigía...” y el humor que él imprimía al 'TBO' antes de la guerra civil “no era tan blanco como podía parecer. Había escenas violentas, decapitaciones y hasta la familia Ulises se comía el perro. Con Franco y la presión de la Iglesia, y con el relevo de Carles Bech como guionista la línea inocente se acentuó”.

El 'TBO', que llegó a su punto álgido en 1965 con 350.000 ejemplares, había sido líder también en 1920 con tiradas semanales de 39.000. Pero en 1921 nació la futura Escuela Bruguera, su acérrima competencia durante años. Fue cuando Joan Bruguera decició entrar en el campo de las revistas infantiles con 'Pulgarcito', que en seguida alcanzó 50.000 ejemplares. Cita Manzanares al estudioso del cómic Luis Gasca, quien señala que ya en la posguerra, mientras que 'TBO' reflejaba “un mundo nacional sencillo, familiar, un concepto patriarcal de la vida, una sumisión de la mujer española al marido”, 'Pulgarcito', con dibujantes de Bruguera como Cifré, Escobar, Conti o Peñarroya, mostraba “la otra España, la del oficinista renegado que odia a su jefe, la de las solteras que hacen equilibrios para subsistir, la del marido 'macho ibérico' amante de la fiesta, la del hambre y las colas del autobús”.    

"MÁS VISTO QUE EL TBO"

Ambos, 'TBO' y la 'factoría Bruguera', que multiplicaría cabeceras, con 'Mortadelo', 'SuperMortadelo', 'Superpulgarcito'..., son hoy indiscutibles iconos de la cultura popular, que durante la posguerra fueron una “forma de ocio asequible de la infancia” a la vez que permitían “evadirse de la triste realidad”. Ya en 1930, el primero inspiraba la canción 'Yo quiero un tebeo', de Mercedes Belenguer y su marido, el Maestro Lito (autores de 'hits' como 'Mi casita de papel'); en 1967, la palabra tebeo entraba en el diccionario de la RAE y ¿quién no ha usado las frases “es un invento del TBO” o “estás más visto que el TBO”?

Al inicio de la guerra civil, 'TBO' fue colectivizada por miembros de la Escola Nova Unificada, manteniendo a Buigas en la dirección. En la posguerra, mantuvo la empresa y, al morir su suegro, se asoció con la editorial Bauzà, cuyo gerente, Emilio Viña, sería coeditor y codirector de la revista. Empezaba la segunda etapa (hasta 1952), de cuadernos sin numerar y sin fecha específica, porque el semanario infantil de Falange, 'Flechas y Pelayos', tenía la exclusiva de la periodicidad. 

EL DECLIVE

El humor blanco de Bech les salvó mayoritariamente de la censura, aunque sí se recuerda la multa y la orden de confiscación cuando en 1951 el dibujante Manuel Díaz Llamas, antiguo anarquista, ponía, supuestamente por “desconocimiento”, el nombre de Blas Pérez, entonces ministro de Gobernación, al personaje de un chiste. El humor inocente fue, a partir de los 70, una de las causas de la pérdida de lectores. El resto hay que buscarlas, enumera Manzanares, en la competencia de Bruguera y la llegada de la tele y de los 600: nuevas posibilidades de ocio de fin de semana.

Tras diversos intentos de modernización, con series rompedoras como 'La Habichuela', de jóvenes autores como Esegé, Paco Mir, Tha y TP Bigart, o una aventura en catalán que no cuajó, el entonces director Albert Viña, hijo de Emilio, vendió en 1983 la empresa a Bruguera, que tras intentar reflotar el 'TBO', con Joan Navarro al frente, para público adulto, cerraría cuatro años después, quedando en manos del principal acreedor, el Banco de Crédito Industrial. Fue a este al que en 1987 el Grupo Zeta de Antonio Asensio compró Bruguera y nutrió con su fondo Ediciones B, editorial que desde entonces lo viene recuperando, sobre todo en sus colecciones de clásicos y recopilatorios como el de 'Los grandes inventos del TBO'. Las historietas de la revista se publicaron también desde 1988 durante 110 semanas como páginas encartadas en el 'Dominical' de EL PERIÓDICO y, en febrero de ese año salía el primer número de la nueva etapa, dirigida por Víctor Mora.

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Sin embargo, la vida de La familia Ulises no había terminado. Fue Alfons López, en el 2007, quien también en Ediciones B, en la colección 'El TBO de siempre', se atrevió a recuperar los famosos personajes de Benejam. El título simbolizaba toda una época: 'Estraperlo y tranvía'. 

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