Un día con constricciones

'Tuyo es el mañana', de Pablo Martín Sánchez, es revisión de la Transición ingeniosa e inteligente

Pablo Martín Sánchez

Pablo Martín Sánchez / periodico

DOMINGO RÓDENAS DE MOYA

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Suele hablarse de 'literatura del yo' para aludir a las memorias, diarios y autobiografías, pero desde hace unos años la egografía ha invadido la región de la novela. Esta expansión del yo no siempre implica la salida a escena de una ostentosa primera persona, como sucede en la autoficción, sino que puede adoptar formas elusivas, como por ejemplo la de condicionar el relato a algún atributo del autor, por ejemplo el nombre. Así lo hizo Pablo Martín Sánchez en su primera novela, 'El anarquista que se llamaba como yo' (2012). En esta nueva novela, la condición no es nominal sino temporal: lo acontecido sucede el día en que nació el autor, el 18 de marzo de 1977, en medio del rugido de la Transición.

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Esto permite que la novela se sume al los bastantes títulos que revisitan (o revisan) aquella coyuntura histórica subrayando la inseguridad, la violencia y el miedo por encima del pacífico consenso que sugirió el relato oficial. Pero lo hace sometiendo la reconstrucción histórica (con abundante música del momento) a un juego formal que, vaya por delante, resuelve el autor con suma destreza. El juego consiste en elegir a seis personajes como narradores (una niña, un profesor y activista político, una estudiante universitaria, un perro, un empresario desaprensivo y su esposa), dividir en seis tramos las 24 horas de ese día (medianoche, madrugada, etc.) y encajar en cada tramo las seis voces, pero sin repetir el orden. Esta combinatoria polifónica recuerda la de la sextina medieval y funciona como una de las constricciones de escritura practicadas por el Oulipo -del que es miembro Pablo Martín-, a las que tanto fruto les sacaron el fundador del grupo, Raymond Queneau y su más genial ejecutante, Georges Perec.

El dibujo de la trama, alrededor de una acción terrorista y del siniestro mercado de venta de bebés, va aflorando gradualmente, a medida que se anudan los hilos narrativos mediante la suma de voces. La inventiva de la armazón y el sentido del humor se combinan con el buen hacer de la prosa y el perfilado retrato de los seis hablantes. Quizá no ofrece una reflexión penetrante sobre la Transición -ni creo que lo pretenda-, pero acierta a ser una novela no solo ingeniosa sino también inteligente.