Entrevista

Juan Villoro y Mario Gas: "La inteligencia puede llevar a la imbecilidad"

El actor y director catalán protagoniza en el Romea 'El filósofo declara', una obra del autor mexicano que sube al escenario al gremio de los pensadores

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ADRIANA VALERO DENGRA / BARCELONA

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El demorado encuentro entre dos filósofos sirve como pretexto para explorar la estupidez a la que paradójicamente puede conducir el exceso de inteligencia. 'El filósofo declara', texto del mexicano Juan Villoro, sube al escenario al gremio de los pensadores para mostrar cómo las personas más lúcidas en el pensamiento abstracto pueden ser también las más torpes expresando sus sentimientos. El Teatre Romea acoge hasta el 11 de diciembre esta encrucijada tragicómica con dirección de Antonio Castro y un reparto encabezado por Mario Gas.

¿Hay un ganador en este 'wéstern filosófico'? Mario Gas: No hay un ganador ni un perdedor, se enfrentan dos dialécticas basadas en una amistad y cada uno reacciona a este combate final desenfundando argumentos a su manera.

Juan Villoro: Son dos conductas de la condición humana: un hombre más cercano al vitalismo y el hedonismo y otro más refugiado en las ideas, la abstracción y el pensamiento, pero en el fondo no son tan distintos. El vitalismo muchas veces te puede llevar a la aniquilación. Schopenhauer decía que el suicidio es un caso especial de vitalismo; le has dado tanta importancia a la vida que te decepciona. Al final no hay un ganador, sino que la obra muestra cómo esa inteligencia puede llevar a la imbecilidad, es una exploración de la neurosis.  

¿Cómo valoran la respuesta del público barcelonés en los primeros pases de la obra? J. V.: Hasta ahora ha sido cálida, la gente ha reaccionado con humor, muchas veces a contrapelo porque la obra tiene pasajes políticamente incorrectos. Así son los exabruptos neuróticos, que de pronto producen una complicidad macabra. La respuesta inicial es alentadora pero tiene que ir creciendo porque el entusiasmo opera por contagio.

M. G.: Todo puede truncarse, pero yo destacaría de estos primeros días un alto silencio del público y un seguimiento absoluto de los niveles de ironía y de comicidad, que se cierra cuando pasamos a unas réplicas más serias.

{"zeta-legacy-phrase":{"name":"Juan Villoro","position":"ESCrITOR","text":"\"Cuando la obra se pone en escena, el personaje pertenece mucho m\u00e1s al actor que al dramaturgo. Eso es lo que se ha dado aqu\u00ed, una qu\u00edmica de apropiaci\u00f3n\""}}¿Cómo ha sido el proceso para poner en escena la obra de nuevo de la mano de Castro? J. V.: Tuve la suerte de estar en una lectura de la obra, y fue muy estimulante, especialmente por el trabajo de Mario. Es un lugar común del teatro, pero cuando la obra se pone en escena, el personaje pertenece mucho más al actor que al dramaturgo. Eso es lo que se ha dado aquí, una química de apropiación que sentí desde la primera lectura.

M. G.: Es un personaje muy atractivo de interpretar, con unos cambios de humor que pasan de 0 a 100 en medio segundo. El actor imita y yo tengo tres personas que me han servido para encarnar estos cambios radicales y confeccionar las improntas del personaje.

Vuelve a trabajar con Rosa Renom, pero en esta ocasión como compañera. M. G.: He tenido la suerte de dirigirla desde que era muy joven, es una de las mejores actrices de este país, pero si hay algo que me gusta especialmente de ella es que siempre trabaja con el compañero, nunca por detrás o por delante.

J. V.: Esto es lo que me fascinó a mí de este grupo, el compañerismo que se ha tejido maravillosamente.

Creció en contacto directo con la filosofía. ¿Qué tiene la obra de sus experiencias? J. V.: Mi padre era filósofo y algunas frases suyas y de sus amigos se han colado. De niño no entendía qué hacía y él me decía que se dedicaba a buscar el sentido de la vida. Y cuando se lo contaba a mis amigos, pensaban que era un vago que estaba en las cantinas bebiendo tequila. Pero aunque es cierto que algunas cosas de este ambiente se han colado, esto es una farsa, es una posibilidad tragicómica de la filosofía.

{"zeta-legacy-phrase":{"name":"Mario Gas","position":"aCTOr","text":"\"Es un horror. Empezamos por quitar el griego, despu\u00e9s\u00a0el lat\u00edn, ahora la filosof\u00eda y luego fabricamos robots al servicio del neocapitalismo\""}}La obra pone frente al espejo al gremio de la filosofía. ¿Necesita el mundo del teatro un ejercicio de autocrítica similar? M. G.: En el teatro hay gente con poco sentido de la autocrítica tanto en el sector público como en el privado. Pero a quien hay que criticar es al sector público por creer, a menudo, que son amos y señores de algo de lo que deberían ser solamente usufructuarios y ponerlo al servicio de la creación y no de la transmisión ideológica.  

¿Qué opinan de que la asignatura de filosofía pueda desaparecer del currículum de los estudiantes españoles? M. G.: Es un horror, un espanto. Empezamos por quitar el griego, después el latín, ahora la filosofía y luego fabricamos robots al servicio del neocapitalismo.

J. V.: Es terrible. La filosofía es esencial para el proceso civilizatorio. Perder la filosofía es perder una de las claves de occidente. Es terrible que cada vez el pensamiento se refugie más en aulas de especialistas, es una forma de barbarie como dijo Ortega y Gasset.

En la obra solo los pensadores masculinos tienen un reconocimiento público. ¿Es la filosofía un mundo de hombres? J. V.: Desde la Ilustración hasta la actualidad ha habido muchos pensadores misóginos. Hoy en día hay grandes filósofas, como Judith Butler o, aquí en Catalunya, Victoria Camps o Marina Garcés, pero hay una gran falta de visibilidad.

Esta es su segunda incursión en teatro. ¿Se plantea reincidir? J. V.: En la adolescencia pensé que me dedicaría al teatro pero, como Mario sabe, es un campo muy difícil y descubrí la enorme libertad que te da escribir un cuento o un artículo en el periódico. Regresé relativamente tarde al teatro, a los 50 años, pero redescubrí una pasión que espero que me acompañe durante toda mi tercera edad. Me espera una vejez dramática.