El último Mankell: un invitado en la oscuridad

Henning Mankell publicó 'Botas de lluvia suecas', la continuación de 'Zapatos italianos', poco antes de morir hace un año

RAMON VENTURA

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Su nombre es Fredrik Welin, es médico jubilado y su casa se ha quemado. Es de noche, el frío primerizo del otoño aún no hiere y todo “incluso lo invisible se ha convertido en ceniza”; los olores, el crujir de las vigas, “la impronta de tres generaciones”, los objetos que evocaban recuerdos. No queda nada, y tan solo posee el pijama y dos botas de goma del mismo pie. "Entonces comprendí la magnitud de la catástrofe. Un grito de lamento me recorrió por dentro, pero no oí nada: todo cuanto ocurría en mi interior carecía de voz”. Fredrik Welin tiene casi 70 años y ha de empezar de nuevo; esta es la memoria y la vida de un médico, una historia de viajes, un relato costumbrista y aciago, un libro sobre el deseo que se confunde con el amor, del amor que se confunde con la estima o la pérdida que se confunde con la decrepitud, la soledad y el miedo. Y -sobre todo-, el anhelo de unas botas de agua suecas que no acaban de llegar.

{"zeta-legacy-despiece-vertical":{"title":"'Botas de lluvia suecas' \/ 'Botes d'aigua sueques'","text":"Henning Mankell Trads. Gemma Pecharrom\u00e1n \/ Montserrat Pag\u00e8s Tusquets 399 \/ 385 p\u00e1ginas. 19,90 \u20ac"}}Henning Mankell (1948-2015) presentó, poco antes de morir, esta última obra. 'Botas de lluvia suecas' se ofrece como la continuación -con un intervalo de ocho años- de 'Zapatos italianos'. Pero el último libro de Mankell es (en su construcción simbólica) una novela de final de verano, como en uno de los tomos del también sueco Johan Theorin y la saga de la isla de Oland: se acaba el verano, los turistas migran, solo quedaran los lugareños y el frío. La vida cotidiana resultará un monótono relevo de caras conocidas, atajado por un imprevisto funeral, algunos desencantos amorosos y la combustión de una casa en un islote: "una casa y un hogar no dejan de ser la piel de una persona", afirma. El incendio desencadenará energía, conversaciones y enormes silencios.

UN LIBRO TRISTE

Con Mankell uno se debe dejar llevar y así lo hemos aprendido: que sea la fuerza del relato el que guie y que surja entonces aquella auténtica lucidez semejante a un equilibrio reposado. Pese a todo, con 'Botas de lluvia suecas' la experiencia resultará triste, infinitamente triste. Así, en la narración, hallamos aquello que identifica a nuestro autor, símbolos y constantes del conflicto: el grito 'extranjeros' en la soledad de una casa fría, las sombras de la infancia, las hachas, el consumo de alcohol, las barcas abandonadas, los secretos, el pasado nazi o los zapatos.

Mankell es más preciso en la descripción de la emotividad que afinando paisajes y lo expresa y escribe solo con afectos, con sutiles marcas, con breves impresiones. Gozaremos de sus ciudades fetiche y de las referencias a África. Y de los personajes, que es donde Mankell se reafirma, debemos destacar el ejército de magníficos secundarios que arropan al protagonista cuando (como siempre) se muestre tenaz, evitando darse por vencido, desistir de lo que sea, dejarse vencer por una investigación que no avanza, por lo imposible de comprender una generación si no es la propia, sucumbir a las lacras de la edad y al desamor. Y al pánico a que los recuerdos de infancia tenga más solidez que la memoria de ayer, que los sueños de anoche

Un libro muy representativo del bagaje y la obra de Mankell, con el que remata una magnífica carrera. Escritor, activista, pero siempre un “invitado pasajero en la oscuridad”, en la vida.