EXPOSICIÓN

El Picasso explora el papel de las vanguardias durante la primera guerra mundial

La muestra 'Cubismo y guerra' reúne piezas de los artistas que permanecieron en París durante la contienda, entre ellos Picasso, Gris y Rivera

Arlequín y mujer con collar' (1917) de Pablo Picasso, una de las obras maestras de 'Cubismo y guerra'.

Arlequín y mujer con collar' (1917) de Pablo Picasso, una de las obras maestras de 'Cubismo y guerra'. / periodico

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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Durante la primera guerra mundial casi un millón de parisinos fueron movilizados, la mitad de ellos cayeron gravemente heridos y otro gran número perdió la vida. El frente occidental estaba solo a cien kilómetros de la capital francesa, que diariamente recibía un bombardeo de imágenes sobre el horror del conflicto en la prensa y los noticiarios. En París era imposible ignorar la masacre que se vivía, aun así un grupo de artistas de la vanguardia, la mayoría extranjeros o franceses sin posibilidades de ir al frente, siguieron en la ciudad trabajando. Rechazaron la guerra como tema, a diferencia de los creadores alemanes encabezados por Otto Dix, y se dedicaron a hacer evolucionar el cubismo ejecutando grandes y bonitas piezas. "¿Cómo es posible que pudieran hacer obras tan bellas que no dicen nada acerca de la guerra? ¿Era un refugio? ¿Era escapismo? Yo creo que era rechazo. Ni querían ni podían pintar la guerra", reflexiona el historiador del arte y especialista en Picasso Christopher Green.

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Y lo hace frente a las fotografías de la gran tragedia que vivió Europa entre 1914 y 1918 que abren 'Cubismo y guerra. El cristal en la llama', la exposición que comisaría en el Museu Picasso, hasta el 29 de enero, y que muestra eso, como Pablo Picasso, Juan Gris, Maria Blanchard, Diego Rivera, Gino Severini, Jacques Lipchitz y Henri Laurens siguieron con el cubismo y maduraron colectiva e individualmente. Están también presentes Henri Matisse, que durante ese periodo hizo algunas de sus creaciones más rupturistas, y George Braque y Fernand Léger que, aunque combatieron,  siguieron creando arte al margen del conflicto.

REALISMO Y ARTE NEGRO ESPAÑOL

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La muestra es la primera de la temporada que ahora empieza, y la única de envergadura celebrada en el 2016. Una herencia del anterior director del centro, Bernardo Laniado-Romero, y que el actual, Emmanuel Guigon, presentó ayer como "una exposición excepcional" en la que fue su primera comparecencia tras asumir el cargo el pasado 1 de octubre. Habló de la muestra pero también dejó caer algún detalle del futuro como el cambio que prevé en el recorrido permanente del museo que tiene como aliado al MNAC y los artistas contemporáneos que este custodia del periodo barcelonés del genio malagueño.

Pero lo suyo era hablar del cubismo –"el primer movimiento importante de las vanguardias del siglo XX con incidencia en todos los movimientos que le siguieron", a su juicio-  y de la exposición. "Singular porque recoge obras maestras y piezas menos populares, como las de María Blanchard o Diego Rivera". Este último conocido sobre todo por su militancia política y sus grandes murales de Estados Unidos y México, pero que tiene una excelente parte cubista que permanece en la sombra. La muestra empieza con una de sus piezas, un retrato de Jacques Lipchitz, que es una respuesta al cubismo de Picasso y acaba con otra firma suya, 'El matemático' (1919), "realismo junto con un toque de arte negro español". Y es que el cubismo evolucionó hasta llegar al 'retour à l’ordre', punto al que la muestra no llega.

MATISSE Y SUS PIEZAS RUPTURISTAS

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Hay otro final de exposición: Léger. "Me gusta acabar con Rivera y Léger", afirma el comisario. El primero por su evolución radical, el segundo porque a pesar de estar en el frente y caer herido fue capaz de pintar 'La estufa' (1918), "una pieza que emana energía y vida. Es el optimismo por el futuro", reflexiona Green. Y además "Léger es el más diverso de todos los cubistas", apunta, que es lo mismo que decir que es el menos cubista de todos. El final reúne obras de 1918 y 1919, entre las que también lucen las naturalezas muertas de Braque, otro que participó en la contienda y expió sus demonios pintando bodegones: "Le dijo a Léonce Rosenberg que pintar esas piezas era como volver a la vida, como reparar el mal del mundo a través de obras ordenadas", explica Green.

Pese a todos los citados, las grandes estrellas de la muestra son Picasso y Matisse, con permiso de Gris. Matisse por sus piezas rupturistas que estudian el espacio y la estructura cubista a través del color y que son mucho menos rígidas que las de su amigo Gris. Y Picasso porque es Picasso, además del principal artífice del cubismo junto con Braque. Del malagueño hay muchas piezas importantes pero destaca, ni que sea por tamaño, 'Arlequín y mujer con collar', (1917), un óleo pintado en Roma tras huir de París con el ballet ruso de Serge Diaghilev. Picasso la relacionaba con Ingres, el maestro del clasicismo francés, por la frialdad y la claridad de los colores. La pieza viene del Centro Pompidou, una de las 30 instituciones europeas y americanas que han prestado la mayoría de las 60 piezas que expone la muestra.