ESTRENO TEATRAL
Lección magistral de Héctor Alterio en el Romea
El actor bonaerense, de 87 años, despliega en 'El padre' una interpretación matizada, socarrona y nada efectista de un enfermo de alzhéimer
José Carlos Sorribes
Periodista
JOSÉ CARLOS SORRIBES / BARCELONA
Lo que hace Héctor Alterio en el Romea es para verlo. El actor bonaerense deja huella en 'El padre' del magisterio que dan sus 87 años y una vida dedicada a la interpretación. Él es el alma de esta obra, estrenada hace cuatro años, del dramaturgo francés Florian Zeller. Una pieza que, según su director español (José Carlos Plaza), está escrita para un actor. Sí, pero de dimensiones mayúsculas como es el caso. Sobre sus espaldas recae una trama creada alrededor de una temática tan dura como la del alzhéimer.
Zeller se refiere a su texto como una "farsa trágica" y la definición encaja perfectamente. Bajo el manto tenebroso de esta enfermedad terrible también hay sitio para un humor por momentos liberador. Llega a partir de la confusión, de situaciones ambiguas y también de las aceradas réplicas en las que se mueve el personaje principal. Porque Andrés es un tipo de carácter, como bien lo sufre su hija mayor. Alterio da siempre el tono adecuado para este hombre que, poco a poco, se aboca a una implacable pérdida de realidad. Su naturalidad desarma en un extraordinario ejemplo de comunión total con el personaje. Incluso muestra aquí mayor vitalidad y energía que en su anterior visita al Romea, hace dos años mano a mano con Lola Herrera en 'En el estanque dorado'.
ATMÓSFERA PROPIA DE UN 'THRILLER'
Si Alterio es el eje sobre el que gira todo el montaje, la dirección de José Carlos Plaza tiene la habilidad de jugar en el terreno del 'thriller'. Se suceden las escenas, con piezas de un puzle o de una muñeca matrioska, en una atmósfera de inquietud que subraya demasiado la música. El clímax llega por sí solo y no precisa del apoyo de un espacio sonoro excesivo. El texto tiene la habilidad de dejar grietas abiertas respecto al comportamiento de los familiares de Andrés: sus dos hijas (una fallecida en accidente y cuyo recuerdo no le abandona) y la pareja de la mayor. Ana Labordeta, Luis Rallo, Miguel Hermoso, Zaira Montes y María González son conscientes de su papel de 'escuderos' en la corte del 'rey Alterio' y bien que lo cumplen.
El juego escenográfico es otro brillante recurso para retratar la pérdida de memoria. Dibuja un mundo que va desapareciendo de forma progresiva y que acabará en la desnudez blanca de la habitación de una residencia. Desde allí, lanza Alterio su último grito desesperado con la imagen maternal en su memoria. Inmediatamente el público salta de sus asientos para aclamar el trabajo de un intérprete de 87 años. Incluso hay quien le aplaude antes de empezar, algo insólito en un teatro y propio del recibimiento para un director de orquesta sinfónica. Aunque no le faltaba razón a ese espectador apasionado porque Héctor Alterio lleva siempre la batuta de 'El padre'.
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