CRÍTICA DE CINE

'Un monstruo viene a verme': La infancia desnuda

QUIM CASAS

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En el reportaje realizado por Núria Navarro en las páginas del 'Más Periódico' del pasado domingoBayona revela algunas de sus influencias y referentes en materia musical, literaria, televisiva y cinematográfica: Ennio Morricone, Keane, Oscar Wilde, Mary Shelley, Goya, Chicho Ibáñez Serrador, Truffaut, Spielberg... Y en cuanto al cómic, cita a uno de los maestros del dibujo japonés, Jiro Taniguchi, elogio máximo de la sencillez, serenidad y minimalismo narrativo.

En principio podría sorprender la analogía, dado que Taniguchi ha dibujado historias sobre gente que solo camina o, simplemente, prueba la comida de diversos restaurantes, mientras que Bayona ha descrito odiseas como la de 'Lo imposible', o la supervivencia contra la naturaleza desatada. Pero ese es precisamente el punto de conexión: el director de 'Un monstruo viene a verme' quiere que esa misma sencillez expositiva se imponga a las historias familiares densas y al límite que viene recreando desde 'El orfanato'.

Sea en clave más realista ('Lo imposible') o en los dominios de la fantasía ('El orfanato' y 'Un monstruo viene a verme'), Bayona ha desarrollado hasta el momento una obra muy homogénea que bascula, además, en esa cuerda floja tan difícil de transitar, con o sin pértiga, del cine de autor y el cine más popular. Bayona demuestra que ambos conceptos, generalmente enfrentados, pueden casar bien. La prueba está en el rédito comercial de su cine y en la imagen limpia, pese a los recovecos fantásticos, que propone sobre una infancia no precisamente edénica.

Volviendo al mangaka Taniguchi, autor de obras supremas como 'La época de Botcham', 'El almanaque de mi padre', 'Barrio lejano', 'El caminante' y 'El gourmet solitario', Bayona sabe conciliar como pocos la épica del efecto especial -siempre en función de una idea o de una emoción- con la intimidad del drama humano filmado de manera frontal. Es así en cada una de las secuencias de 'Un monstruo viene a verme', donde todo se ajusta y acompasa: las dificultades emocionales de un niño de 12 años que ve desvanecerse irremediablemente a su madre a causa del cáncer, el trauma de la separación de sus padres, la relación con una abuela de apariencia distante, el monstruo hecho de ramas que invoca su subconsciente y habla con la voz profunda de Liam Neeson. Bayona equilibra la turbadora imagen real con las tres historias de particular animación, la inquietud con el melodrama. Apela por igual a la emoción y la superación como a la fantasía, materia de la que está hecho el propio cine.

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