REGRESO DE UN GRUPO BANDERA DEL ROCK

Red Hot Chili Peppers, un doblete en cinco claves

La banda californiana exhibe su buen momento de popularidad en la gira 'The getaway', con la que vuelve al Sant Jordi tras cinco años de ausencia

Michael  Flea  Balzary y Anthony Kiedis, en el concierto de RED HOT CHILI PEPPERS en el Palau Sant Jordi

Michael Flea Balzary y Anthony Kiedis, en el concierto de RED HOT CHILI PEPPERS en el Palau Sant Jordi / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Red Hot Chili Peppers regresan a Barcelona y lo hacen por partida doble. Sus último discos, en particular el reciente 'The getaway', han obtenido una respuesta crítica entre discreta y pobre, lo cual no les impide actuar dos noches en el Palau Sant Jordi, esté sábado y el domingo (21.30 horas), con las entradas agotadas. Repasamos las claves de este popular regreso de la banda californiana.

UN VALOR SEGURO

Con más de 30 años de trayectoria, Red Hot Chili Peppers son unos clásicos, quizá el equivalente de Led Zeppelin para las generaciones posteriores a los años 90. Han quedado como los triunfadores del rock americano de esa década, dejando aquí a un lado a Guns n’Roses (que fueron estrellas ya en 1987) y más allá de Smashing Pumpkins o Pearl Jam.

Su sonido, a partir de su base rockera, ha acusado una paulatina suavización que ha permitido la ampliación de su público. No hay más que comparar una pieza funk-rock tan accesible como 'Dark necessities', primer sencillo de 'The getaway', con sus 'hits' de otros tiempos: las elásticas pero blindadas 'Suck my kiss' y 'Give it away' (1991), o ya no digamos la airada 'Fight like a brave' (1987).

CHOQUE DE MUNDOS

La razón de ser originaria de la banda fue el arisco cruce de influencias: rock duro crudo, con tanta simpatía por el metal como por el hardcore, y voluptuosos ritmos 'funky', ecuación que se nutrió en proporciones equiparables de Jimi Hendrix, The Stooges, Sly & The Family Stone y George Clinton (a quien ficharon para que produjera su segundo disco, 'Freaky styley', en 1985).

Ahí está otra clave de la amplitud de su audiencia: en sus conciertos han podido convivir 'punkies', público metalero, fans de la música negra y adscritos a los sonidos alternativos en general. Con 'Mother’s milk' (1989) y, sobre todo, 'Blood sugar sex magik' (1991), se asentaron como 'vedettes' del funk-metal y cercanías, un territorio poblado por otras bandas de simpático recuerdo que no llegaron a asaltar la primera división, al menos de una manera estable, como Living Colour, Faith No More, Jane’s Addiction, Fishbone, Primus y 24-7 Spyz.

ENERGÍA LIBERADA

Quienes les han visto en escena saben que, más allá de la consistencia de su disco del momento, sus directos son musculosos. La textura de sus canciones, sobre todo las más asentadas en el ritmo, exige entrega para que el edificio no se desmorone, y ellos conocen el modo de suministrarla. Directos fibrosos, con repertorios cambiantes y parcelas de improvisación, combatiendo la idea de banda previsible o con piloto automático, empezando por la furiosa 'jam session' con las que suelen arrancar las noches de esta gira.

Conciertos que constan de una veintena de canciones de las cuales, por lo general, cinco las aporta 'The gateway'. Los otros discos más citados revelan cuáles son los puntos calientes de su trayectoria: 'Blood sugar sex magik' (1991) y 'Californication' (1999), trabajos que fueron poderosos banderines de enganche de sucesivas olas de fans.

SUPERVIVIENTES

El guitarrista de sus mejores años, John Frusciante, les ha abandonado (dos veces) pero no pasa nada. Red Hot Chili Peppers parecen situarse por encima de eventuales personalismos. En ‘The gateway’ han roto con otro nombre clave asociado a la banda, el productor Rick Rubin, con quien trabajaban desde ‘Blood sugar sex magik’.

La formación actual conserva a tres pilares clásicos, el cantante Anthony Kiedis, el contorsionista bajista Flea y el batería Chad Smith (a quien pudimos ver hace una década en Bikini acompañando humildemente a Glenn Hughes, exbajista-cantante de Deep Purple). La plaza de guitarrista la ocupa, desde el 2009, Josh Klinghoffer.

NO SE SOBREXPONEN

Son unos ases a la hora de calcular la periodicidad de sus giras: ni se exceden con visitas redundantes ni tardan tanto que corran el riesgo de que nos hayamos olvidado de ellos. Últimamente vienen en ciclos de cuatro o cinco años, siempre con un disco nuevo, y asegurándose que se incorpora una parcela de público nuevo por relevo generacional.

En Barcelona se estrenaron en el viejo Palau d’Esports y en la gira 'One hot minute' (1995), un disco del que ahora no interpretan ninguna canción. El guitarrista fue Dave Navarro (Jane’s Addiction), y los dispares teloneros, Moby y The Flaming Lips. Volvieron en 1999 y el 2002, conciertos ambos en el Palau Olímpic de Badalona, y ya en el Sant Jordi, en el 2006 (dos noches) y 2011. Las de este fin de semana serán, por tanto, su séptima y octava actuación en Barcelona.