ENTREVISTA

Enric Montefusco: "Intento que en mis canciones haya humanidad"

El que fuera líder de Standstill debuta en solitario con 'Meridiana' este viernes en el Mercat de Música Viva de Vic

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JORDI BIANCIOTTO / VIC

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El que fuera líder de Standstill debuta en solitario con ‘Meridiana’, un disco en el que enfatiza su evolución sonora en dirección a una música con raíces y arreglos acústicos. Obra con calado político, que dialoga con ‘Tata mala’, el espectáculo que presentó en el Grec, y que saldrá el 14 de octubre. La pre-estrena este viernes en el Mercat de Música Viva, de Vic (22.15 horas) con Pere Jou (Quart Primera), Aleix Puig (Quartet Brossa) y Ramon Rabinad.

Un disco en solitario, ¿se afronta de otro modo? Es un paso más, aunque partiendo de cero y eso se nota, Pero estoy bastante acostumbrado a la sensación de vértigo y me lo he montado para no perderla.

¿Ese vértigo es inspirador? Me siento cómodo ahí, como si lo buscase, haciendo que cada cosa que haga sea distinta de la anterior.

Hace un año, a propósito de la disolución de StandstillNo, nunca tuve problemas de diferencias artísticas en Standstill. Con el tiempo gané un crédito para ser libre al dirigir al grupo hacia un lado u otro, y mis compañeros me complementaban.

‘Meridiana’ se refiere a la avenida. Sí, yo soy de ahí, de Sagrera-Navas. Simboliza una cultura, una clase social, una educación. Para bien o para mal.

Ilustra la portada una foto antigua, ocre, de un hombre con aspecto de inmigrante de los años 50. ¿Un antepasado suyo? No, he evitado ser tan literal, aunque podría serlo. Representa el pasado, las personas que se instalaron en la Meridiana.

¿Desea reivindicar la memoria de la inmigración? Intento que en mis canciones haya humanidad. Me pareció que ese barrio podía simbolizar lo que quería contar. Sobre los hijos de la inmigración, o no. Una clase social transversal, media o baja, de escasa educación. Estoy un poco enfadado con lo que nos enseñaron en la escuela.

Usted nació en los 70 y se educaría más bien en los 80. Nací en 1977 y, sí, más atrás aún fue peor. Pero no me gusta cómo está montada la educación, la cultura, la televisión. Es muy nocivo. Y cuanto más baja es la clase, más crudo es. Se nos educa para ser productivos y consumir.

Siempre se había dicho que a medida que te haces mayor te vuelves conservador. Últimamente parece lo contrario. Porque la vida te va demostrando que lo que te habían contado era mentira. Siempre estamos a tiempo de reaccionar y de ser críticos, también con nosotros mismos.

En el disco hay palmas, acordeón, violín... Otro lenguaje musical. La apuesta estética es diferente, sí. Me ha interesado la estética de la cultura popular. Estoy un poco cansado de los estándares del ‘indie’.

Se ve más como cantautor de base, como trovador. Mi ideal es explicar de forma asequilble ideas trabajadas. Intento hablar de las cosas que me interesan y que pueden llegar a cualquiera, no a una élite. Y asumiendo que, como ya pasaba con Standstill, lo mío no responde a los parámetros del festival ‘indie’. Ojalá pudiese llegar a la gente como se hacía antes, a través del disco y de la intimidad.

La evolución del cantante de rock hacia cierta música de autor se ha convertido en un cliché. ¿Es inevitable que a cierta edad te cansen los ritmos invasivos y las guitarras urgentes? Yo es que me aburro rápido de las formas. Absorbo algo y voy a por otra cosa. Pero el punk y el hardcore me dejaron unos valores y una actitud.

"Si el duende sale del dolor, esto será una obra maestra", canta en una de las piezas. ¿El arte debe reflejar dolor? El que a mí me interesa, sí. Una función del arte es compartir lo que nos hace daño, lo que nos une. El arte como ocio tiene una connotación política con la que no estoy muy cómodo. Cuando una canción de amor es chupi-guay, sospecho.