IDEAS

La Ruta del 'Bakaloret'

MIQUI OTERO

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Viajaban en el Euromed, aunque lo llamaban Eurofies, y hasta cuando su tren llegaba a las once de la mañana, con ellos empezaba la noche. Cada día era fin de año en su calendario, siempre con esa riñonera donde guardaban una farmacia que alarmaría a cualquier abuela hipocondriaca.

Yo los recibía con el asombro con el que los indios tallanes miraban las armaduras del ejército de Pizarro, pero muy avanzada la jarana solía alegar fatiga:

-Creo que necesito dormir.

-Lo que necesitas es soñar –contestaban, echando mano de su riñonera.

A la Ruta del Bakalao yo llegué como a la entrega de la declaración del IVA: muy tarde. Solo la vislumbré a través de las historias, a menudo heredadas, que me explicaron colegas valencianos que subían algún sábado a Barcelona tras una semana de trabajo en la construcción o en Porcelanosa. Cuando 50.000 personas viajaban allí para resistir 72 horas bailando mascletás sónicas de discoteca en discoteca y de párking en párking y de golpe de calor en golpe de 'caloret'.

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Ahora el DJ y periodista Luis Costa prepara una valiosa historia oral sobre el fenómeno y sus raíces subculturales que editará Contra. Documentará una de las mejores y más inverosímiles historias de audacia y exceso en un país y una región donde abundan. Escribía Rafael Chirbes en su valenciana novela 'Crematorio': "Construcción y cocaína tienen mucho en común, además de algunas corrientes engordadas deprisa. La hiperactividad, el empeño por luchar contra el tiempo. Ese frenético no parar". Y lo explica, también, uno de los gurús de la Ruta, Chimo Bayo, en la novela que lanza Roca Editorial en octubre: "Como una llamarada que se abre paso entre la fina frontera que divide la realidad de la ficción, consiguió emitir de forma coordinada el único himno con el que su joven existencia se sentía representada: 'Exta sí, exta no'". 'Exta sí, exta no', el 'Awopbopaloobop' de la juventud posfranquista.

El título de la novela de Bayo no podría ser más acertado ni, cambiando el primer infinitivo por construir o robar, más definitorio de la dinámica de nuestra democracia: 'No iba a salir y me lie'.