MERCAT DE MÚSICA VIVA
Baila o muere en Vic
El espectáculo 'Festa de balls per salvar el món' propone rendirse a las coreografías más populares para salvarnos y salvar el planeta
Nando Cruz
Periodista
NANDO CRUZ / BARCELONA
Hace una década el grupo Manos de Topo cerraba sus conciertos con una versión de 'Bailar pegados' de Sergio Dalma. El contexto 'indie' hacía que la idea fuese vista como un chiste posmoderno, aunque era una apasionada defensa de esa canción y del acto del baile en pareja. El 'agarrao' como salvavidas social. Esta semana el Mercat de Música Viva de Vic (MMVV) estrena 'Balls per salvar el món', un espectáculo dirigido por Miguel Ángel Blanca, cantante de Manos de Topo, y el baile vuelve a ser el elemento central.
Festa de Balls per Salvar el Món es la propuesta ganadora del Premi Puig-Porret del 2015, un galardón que desde hace varios años ya no premia una obra publicada sino que aporta un presupuesto para trabajar en una obra nueva que se estrenará en la siguiente edición del MMVV. Así, el 14 de septiembre, en la jornada inaugural del Mercat, la Carpa Negra ubicada frente al Teatre Atlàntida de Vic acogerá la presentación de un montaje a medio camino de un concierto, una obra de teatro, una comedia multimedia y una clase de batuka con mensaje político.
COREOGRAFÍA DE LA CATÁSTROFE
La protagonista de Festa de balls per salvar el món es una repija (la actriz Maria G. Vera) con la vida resuelta excepto por un detalle crucial: se aburre. El protagonista (el actor Jordi Vilches) es un joven 'conspiranoico' capaz de relacionar grandes catástrofes y guerras con el éxito de ciertas canciones. Chernobil, el 11-S, la caída de Lehman Brothers, el tsunami de Indonesia, la invasión de Irak... todo tiene su origen en 'hits' que arrasaban el mundo ese año. 'Lambada', 'Gasolina', 'Mayonesa', 'Single ladies', 'Macarena'... Todas estas canciones y sobre todo sus bailes tienen alguna responsabilidad en el devenir del mundo según esta teoría de la 'coreoconspiración'.
Algunas civilizaciones apostaban su futuro a los efectos de una danza de la lluvia, así que tampoco es tan extraño que algunas coreografías del siglo XX y XXI hayan sido capaces, también, de resolver algún conflicto internacional. Mientras Joan Colomo, Edu Pou (de Za!) y Sara Fontán interpretan los éxitos más universales vemos caer las Torres Gemelas, pero, también, asistimos al fracaso del 23-F. Vale, la invasión de Polonia por parte de Hitler fue culpa de un baile, pero otro baile frenó el 'efecto 2000' que amenazaba con bloquear nuestros ordenadores.
REÍR EN SERIO
En 'Festa de balls per salvar el món' resuenan con fuerza las reflexiones de Ian Svenonius, músico de la escena post-hardcore de Washington DC y fundador de los grupos The Make-Up y Nation of Ulysses. En su artículo 'El twist: la revolución de la represión sexual y la locura de ir afeitado', Svenonius exponía su tesis sobre cómo el twist fue el principio del fin de esa milenaria tradición de bailar en pareja. También sobrevuela el ambiente la máxima de la anarquista y feminista Emma Goldman: "Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa". El baile es algo muy serio. Por eso mismo, quienes piensen que reír y bailar son hábitos vulgares, lo pasarán mal aquí.
Porque 'Festa de balls per salvar el món' no es una obra de teatro que contemplar desde la butaca. Es un espectáculo en el que el público debe bailar para salvarse a sí mismo del aburrimiento existencial y, también, para salvar el mundo de la destrucción. Y, entroncando con aquellos bailes de nombres ridículos como el 'mashed potato', el 'bunny hop' o el más reciente 'Harlem shake', en esta obra se practican pasos como el 'ordeña a la vaca', el 'parabrisas eh! parabrisas oh!', el 'pato que se acerca pato que se aleja', el 'pisa colilla y paga con tarjeta', el 'mareíto', el 'pinchadiscos mongol', el 'ombligo loco', la 'varita mágica' y el 'recogecable'.
Planea sobre el espectáculo la teoría de que el poder ha hecho todo lo posible para que dejemos de bailar, para que nos sintamos paralizados por la vergüenza, para que percibamos las discotecas como antros de perdición moral, para que renunciemos al indiscutible poder socializador del baile. 'Festa de balls per salvar el món' lo expone como una ridícula conspiración, pero, en el fondo, no es tan descabellada.
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