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Tàrrega cierra con éxito una edición apocalíptica, festiva y participativa

La Fira de Teatre al Carrer abarrota las plazas de la localidad y llena un 87% de aforo con destacadas apuestas como las de Joan Català y El Pont Flotant

El público abarrota la plaza para ver la obra de Joan Català.

El público abarrota la plaza para ver la obra de Joan Català. / periodico

IMMA FERNÁNDEZ / TÀRREGA

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La 36ª Fira de Teatre al Carrer de Tàrrega cierra este domingo tras cuatro intensas jornadas -la primera, que en las citas previas se reducía a la inauguración y poco más, esta vez acogió 11 espectáculos- en las que el arte, la reflexión y la fiesta han ido de la mano con propuestas (60 y 263 funciones) para todos los públicos y gustos. El éxito de la cita se ha constatado en la ocupación de las salas  -14.450 localidades, el 87% del aforo, con presencia de 887 profesionales de sector- y también a pie de calle, en las abarrotadas plazas que acogían los montajes. La zona de acampada acogió a 3.315 personas, pero no es este el público que busca la gran cita de las artes de calle que, bajo la dirección de Jordi Duran, apuesta por atrapar a espectadores de "festival más que de fiesta".

La interculturalidad ha sido el eje temático en una edición muy participativa (este será el concepto del 2017), con Chile como país invitado y varias alusiones al colapso del sistema y la destrucción de nuestro planeta.

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Sí, ha sido una Tàrrega muy posapocalíptica, con varias propuestas dibujando paisajes del naufragio del mundo, como el de La industrial teatrera ('Náufragos'), que resuelve con un salvavidas de esperanza, o el de LaMinimAl, que apuesta por la transhumanidad y los avatares en una pieza acogida con disparidad de opiniones. Mayor consenso ha tenido la excelente 'Oskera', el encuentro de la compañía vasca Kukai Dantza, de raíz tradicional, con el director de La Veronal, Marcos Morau, en un emotivo recorrido por los mitos de la cultura vasca, también con alusiones a la destrucción.

En la plaza Major hubo que espabilarse entre la multitud para ver florecer un árbol de rosas tras un bombardeo en el poético solo 'Silencis' de Claire Ducreux, una artista asidua a la Fira de exquisita ternura y sensibilidad. En el mismo espacio no cabía un alma más para seguir el fantástico 'Menar' de Joan Català y Roser Tutusaus, el diálogo de dos cuerpos en constantes equilibrios que ha sido una de  las joyas de este año.

NIÑOS Y EMOCIONES

Maestros de la emoción, desde la más pura sencillez y cotidianidad, son los valencianos El Pont Flotant, que han vuelto a enamorar a muchos en su regreso a la Fira tras la magnífica 'Exercicis d'amor'. Ahora se ocupan en la paternidad y la maternidad, con todos sus desafíos, responsabilidades y anhelos, desde una dramaturgia de excelente plasticidad en la que tejen con su habitual talento los tránsitos de escenas y cambios de roles. Hay brillantísimos momentos, como cuando un cubo y una pelota de plastilina juegan en un parque mientras sus padres respectivos se dan lecciones de educación, y cuadros de enorme belleza y sensibilidad, desde la extenuada madre obligada a tirar del carro (arrastrando a toda la compañía), a las explosiones de felicidad chapoteando sobre una lámina de agua o correteando por el campo, visto a través de una puerta enmarcado en un precioso lienzo. La imagen especular del padre, el abuelo y el hijo, preguntándose si han sido o no buenos progenitores y descendientes, hizo saltar más de una lágrima.

ENERGÍA POSITIVA

También gustó mucho a las masas arremolinadas en la plaza Major el vitalista y carismático Quim Bigas, que con su cuerpo en constante movimiento exploró en ‘Molar’ el concepto de felicidad para acabar provocando un estallido de energía positiva en los presentes. Un éxtasis colectivo que se vivió asimismo en el montaje inaugural y en algunas otras propuestas que invitaron a la fiesta y la catarsis.

Aclamados salieron los acróbatas de la compañía circense 'eia', con la excelente 'InTarsi' y Roberto G. Alonso se metió al público en el bolsillo con una mujer desahuciada bajo un puente. Por otra parte, la reflexión sobre la identidad de género tuvo dos notables aportaciones: 'Limbo', de Les Impuxibles, y 'Crotch', de la compañía mallorquina Baal.

El espacio Urban Nation, dedicado a la danza urbana, ha vuelto a conectar muy bien con los jóvenes con piezas como la de los norteamericanos Ephrat Asherie Dance, que mezclan el hip hop con otros estilos como el jazz y el house. Al final todos, niños, jóvenes y mayores, encontraron en Tàrrega emociones, reflexión social, riesgo, imaginación y fiesta.