Star Trek: 50 años de utopía

El próximo día 8 se cumplen 50 años de la emisión del primer capítulo de ‘Star Trek’, quizá la franquicia de ciencia ficción más significativa. Con el mundo sacudido por la xenofobia, su mensaje de entendimiento parece más necesario que nunca. Hablamos con expertos y fans sobre la creación humanista de Gene Roddenberry.

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JUAN MANUEL FREIRE

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Hoy día, sobre todo entre los amantes de la cultura pop, es impensable un mundo sin 'Star Trek'. Y un 'Star Trek' sin el Sr. Spock. Pero cabe señalar que, en un primer momento, NBC -la cadena que dio luz verde a la serie tras dejarla pasar tanto MGM como CBS- consideró a Spock un tipo temible, cuya apariencia demoniaca tiraría hacia atrás al público en lugar de atraerlo, seducirlo y, finalmente, incluso inspirarnos a ser mejor personas.

Ese fue solo uno de los problemas que encontró Gene Roddenberry a la hora de hacer realidad su visión de una tripulación espacial, la de la U.S.S. Enterprise, en la que cabrían miembros no solo de diferentes razas y nacionalidades, sino también planetas. El primer piloto producido, porque «requería demasiado pensamiento por parte del espectador para entenderlo».

A eso se le llama poca confianza en la inteligencia del espectador. Porque Roddenberry, desde un primer momento, pensó en una serie de calado masivo, fácilmente disfrutable, con una concepción de la ciencia ficción creíble y cercana, en la que el espectador pudiera sentir como propios los conflictos de los personajes. Eso sin renunciar al contenido: además del frenesí de la aventura, su proyecto quería hacer preguntas éticas y filosóficas, un poco como 'La dimensión desconocida' habló de la sociedad de su tiempo a través de historias inauditas.

LIBERTAD E INCLUSIÓN

Como apunta la música, escritora y 'trekkie' ejemplar Elena Villalba, «quería analizar y hablar de los problemas de hoy, pero plasmados en una civilización del siglo XXIII». Una civilización todavía impensable, «en la que se respeta la diversidad cultural, racial, ideológica, religiosa… Una sociedad que es ecologista -ni siquiera hay contaminación ambiental- y en la que se habla de la antigua energía nuclear como claramente primitiva. También es feminista, al menos en intención; eran otros tiempos».

Roddenberry logró mezclar rasgos étnicos diversos en el reparto: George Takei (Sulu) representaba a los asiáticos, y Nichelle Nichols (Uhura), a los afroamericanos. Esta última -que en 1968 protagonizó con William Shatner, el capitán Kirk, el primer beso interracial de la televisión estadounidense- no estaba muy contenta con su papel inicial en la serie, poco proactivo, pero, según explica Stephen E. Whitfield en el libro 'The making of Star Trek', la actriz decidió quedarse después de que el mismísimo Martin Luther King Jr. le recordara el simbolismo de su presencia en la nave.

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La intención progresiva del creador se extendió, en un primer momento, al ámbito del género, aunque sus deseos no pudieron cumplirse. En el capítulo piloto original de la serie, el segundo al mando era una mujer, Number One, encarnada por Majel Barrett. Pero, en la proyección de la prueba, el público no respondió bien a su personaje, considerándolo poco creíble: ¿cómo podía una mujer ser lugarteniente? Decididamente, eran otros tiempos. Barrett acabó haciendo de enfermera.

PERSONAJES ICÓNICOS

Jordi Sánchez Navarro, profesor de Comunicación de la UOC, es un fanático de la franquicia en todas sus variantes. Recuerda «comprar todos los ejemplares posibles de la revista estadounidense Starlog en los que hubiese alguna referencia, ir haciendo acopio de VHS americanos y caer en los brazos de 'La nova generació' en su pase por Canal 33».

Para él tiene gran importancia esa tripulación interracial, internacional e interplanetaria, pero «la auténtica clave es la relación entre los dos protagonistas, el intrépido aventurero Kirk -descrito por Roddenberry a menudo como un capitán Hornblower de la era espacial- y el frío e inteligente Spock, a los que se une el sensato y sensible doctor McCoy, contrapunto tanto al gélido Spock como al temerario Kirk».

Villalba asegura que la clave es, simplemente, Spock. O como mínimo el alma. Cuando en el 2006 se compró los DVD de la serie original, enloqueció de tal modo con el personaje que aparcó su proyecto musical para escribir el libro 'Spock i jo. De la ciència-ficció a l'espiritualitat'en el que describe al personaje encarnado por Leonard Nimoy como un arquetipo transformador, que se anticipa al futuro. «Es el personaje que va más allá de todos, por eso transforma -explica-Spock es la consciencia de 'Star Trek'. Nos inspira a ser como él. ¡Y eso es muy peligroso para algunos! Imaginaos una sociedad cuyos individuos tengan las mismas cualidades que Spock y que los vulcanos: seres nada competitivos, que han trascendido el ego, que actúan por el bien común y que son libres de la dualidad emocional y por tanto nada manipulables. En una sociedad de consumo, cada vez más acentuada en ese sentido, los vulcanos no interesarían en absoluto».

DIVISIÓN ANTE LA PROPUESTA DE ABRAMS

Esta sociedad de consumo propició, a finales de la década pasada, una revisión cinematográfica producida por J. J. Abrams que ha dividido a los fans, como nos recuerda Julián Sánchez, presidente del Club Star Trek de España: «Unos creen que es fiel al espíritu inicial de la saga y otros que no, pero si algo no puede negarse de esa trilogía es que ha vuelto a poner Star Trek en la cresta de la ola».

     Antes de esta última explotación del filón vinieron otras, en una sucesión casi infinita de libros, series y juegos. Algo casi impensable a finales de los 60, cuando 'Star Trek' se canceló tras una tercera temporada que casi no se produjo y que, sin Roddenberry al frente, adoleció de fragilidad intelectual. Fueron las reposiciones las que apuntalaron su culto y dieron a luz a los 'trekkies', quienes crearon grandes convenciones alrededor de la serie antes de que, como ahora, hubiese convenciones para casi todo rincón de la cultura pop. 

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     Tras una serie de animación de corta vida, 'Star Trek' volvió en 1979 al imaginario colectivo con una película de Robert Wise que ha ganado reputación con el paso del tiempo. La segunda, sin que sirva de precedente, era mejor: 'La ira de Khan' es a la saga lo que 'El imperio contraataca' a 'La guerra de las galaxias', justamente el fenómeno que propició la resurrección fílmica de la creación de Roddenberry.

     El resto, como suele decirse, es historia. En los 80 y 90, 'Star Trek' fue una presencia constante en el cine y la tele, en la que pudieron verse hasta cuatro series que añadían naves y tripulaciones al universo. Mención especial para la oscura 'Voyager' (1995-2001), aunque si preguntas a Sheldon y Leonard de 'Big bang', te dirán que la mejor de esas series adicionales es' La nueva generación': para ellos su capitán Picard es superior a Kirk.

¿QUÉ VENDRÁ AHORA?

En enero del 2017 llegará a CBS (en España a Netflix) una sexta serie en imagen real de la franquicia: Star Trek: Discovery, supervisada por Bryan Fuller, quien creó Hannibal y, más importante para los trekkies, fue guionista de series anteriores de la saga. Hay grandes esperanzas alrededor de ella, entre otros motivos porque corregirá el error histórico y misógino de haber apartado de los focos a Number One –su lógica irredenta fue heredada por el Sr. Spock– tras aquel primer piloto incomprendido.

     El trekkie Julián Sánchez quiere confiar en que ese retorno al principio suponga también una recuperación de las esencias básicas de la saga. «Coincido con usted en que la elección de la época es fabulosa, y la designación de una mujer como protagonista es un homenaje al inicio de la saga. Esperemos que las ideas de ese inicio se vean ahora también». 

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     Sería un cierto cambio respecto a la reciente trilogía de cine, en la que según Villalba no queda apenas rastro del espíritu inicial de paz y fraternidad. «No, la verdad es que no me ha gustado nada la nueva trilogía», afirma. «No solo por su apología de la violencia y a la destrucción, horas y horas de película con interminables batallitas, sino también porque su único mensaje (si es que hay alguno) es: venganza y odio. Ese fue el mensaje de la primera película dirigida por J.J. Abrams. ¡Incluso venganza por parte de Spock, por primera vez en la historia!».

     ¿Somos ya demasiado descreídos para creer en los valores que nos proponía la saga en sus inicios? «Es la utopía más amable que ha creado la ciencia ficción», recuerda Sánchez Navarro. «Sería insoportablemente ingenua si no tuviera un impresionante calado humanístico. Nos habla de una humanidad que queremos ser, a la que aspiramos». Quizá en Proxima b –esa otra Tierra ya hallada en cierto modo por la Enterprise en el clásico episodio Miri de los 60– hayan aprendido a ser esa clase de humanidad. Una próxima misión de la Flota Estelar debería incluir el planeta en su ruta para comprobarlo.