Historias de 'Juego de tronos' (19): "Morir habemos"

La desamparada Arya Stark consigue ser admitida en el templo del Dios de los Muchos Rostros en Braavos tras entregar una moneda y recitar un saludo en alto valirio (que vendría a ser como el latín clásico del universo creado por George R. R. Martin) y que al parecer es tan común en esas tierras como el ‘Ave María Purisima’ / 'Sin pecado concebida'. ‘Valar Morghulis’ (Todos los hombres deben morir), que debe ser respondido con un ‘Valar Dohaeris’ (Todos los hombres deben servir). Bien mirado, por su contenido más bien recuerda a la expresión latina ‘Memento mori’ (recuerda que has de morir) que más o menos se murmuraba durante el triunfo a los generales romanos y que se utiliza en las manifestaciones artísticas que sirven para recordar lo fugaz de la vida terrenal. O el único saludo permitido en los monasterios cartujos donde impera el voto de silencio: ‘Morir habemos’, que ha de ser contestado con un ‘Ya lo sabemos’.

En ese templo Arya Stark se encuentra a unos tipos tan silenciosos como los cartujos pero que recuerdan aún más a la secta de los asesinos del Viejo de la Montaña. La escisión del chiísmo ismaelí que entre los siglos XI y XIII se refugió en castillos como el de Alamut desde que el que partían para matar a sus adversarios. No obstante, a esos 'hashashin', fumadores de hachís, les esperaban recompensas hedonistas más que sacrificios austeros.

El templo imaginado por Martin tiene componentes de la espiritualidad oriental. Parte del entrenamiento de Aria es aniquilar su identidad y pensar en sí misma como ‘nadie’. Un camino similar al vaciamiento y la anulación del yo de la espiritualidad zen, y un régimen similar al de los dojo, las escuelas de artes marciales y al mismo tiempo de espiritualidad guiadas por un maestro. Eso si nos ponemos serios. Si nos lo tomamos a broma, nos podría venir a la cabeza el ‘dar cera, pulir cera’ de ‘Karate Kid’.

*Esta entrega es un disco solicitado, sugerido por el arquitecto y escritor de novela fantástica Jaume Valor, autor de 'La República Pneumàtica'. ¡Gracias!

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