Oskar Santos: "Muchos padres de mi generación tienen el síndrome Peter Pan"

El cineasta bilbaíno habla del conficto generacional e imprime la huella de 'Regreso al futuro' en la nueva entrega de 'Zipi y Zape', que se estrena el 29 de julio

Oskar Santos, director de 'Zipi y Zape y la isla del Capitán', la semana pasada en Madrid.

Oskar Santos, director de 'Zipi y Zape y la isla del Capitán', la semana pasada en Madrid. / periodico

OLGA PEREDA / MADRID

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Oskar Santos (Bilbao, 1972) aprendió a hacer cine en la Universidad Complutense de Madrid, pero no en clase sino en la cafetería, donde compartió horas y horas de novillos con Alejandro Amenábar o Mateo Gil. Tras debutar con el 'thriller' 'El mal ajeno' (2010), Santos se puso al frente de 'Zipi y Zape y el club de la canica' (2013). Huyó del costumbrismo y parió una película de aventuras y acción que destilaba el espíritu de 'Los Goonies' y 'E.T.', títulos grabados a fuego en el imaginario de su generación.El filme salió redondo y taquillero. Así que se puso en marcha una segunda entrega con el mismo espíritu, 'Zipi y Zape y la isla del Capitán', que se estrena el 29 de julio. Con ecos de 'Regreso al futuro', '20.000 leguas de viaje submarino' y 'Peter Pan', la película es una trepidante historia dedicada a los chavales y un precioso canto a la paternidad. Producida por MOD, Zeta Cinema, Atresmedia y Kowalski, la historia comienza cuando, tras una nueva trastada, los mellizos creados por Escobar llegan a un misterioso palacete en el que solo hay niños. La propietaria de la casa es la señorita Pam, interpretada por una sobresaliente Elena Anaya. ¿Es oro todo lo que brilla en ese hogar?

Qué canto a la paternidad le ha salido. Yo no soy padre, pero he sido hijo. Jorge Lara, mi coguionista, sí que tiene hijos. El conflicto generacional era un asunto que se nos quedó colgado en la primera entrega y lo hemos querido explotar ahora. Tengo amigos que desde que son padres solo se quejan de lo trastos que son los críos. Me parece alucinante porque a los padres se les borra la memoria y están convencidos de que ellos, de niños, eran obedientes y formales. Y le puedo asegurar que no lo eran. Pero es el ciclo de la vida. Es inevitable. Cuando eres niño ves a los adultos y dices que nunca vas a ser como ellos, que tú serás un tío estupendo. Pero lo cierto es que al final de ese viaja te conviertes en eso que tanto has odiado de tu madre y tu padre.

Zipi y Zape comparten ahora la aventura con sus padres gracias a un guion que tiene mucho de 'Regreso al futuro'. Me vuelve loco esa película. También 'Indiana Jones' y 'E.T.'. Lo que hemos intentado es rescatar el espíritu de esos títulos porque tienen algo especial que, salvo alguna excepción de Pixar, ya no encuentro en el cine: identificación y empatía. Los superhéroes son gente que tiene poderes extraordinarios, pero a mí lo que me interesa es la gente terriblemente ordinaria aunque haga grandes cosas. Indiana Jones, por ejemplo, es un tipo que se queja todo el rato, es mujeriego y tiene mala leche. Es imperfecto, y por eso te puedes identificar con él. 

La película es deudora también del capitán Nemo, Sherlock Holmes y Peter Pan. Cuando nos pusimos a escribirla teníamos tres ideas. La primera, el conflicto generacional. La segunda, el villano. Por aquella época me había releído 'Peter Pan', no hay nadie que odie más a los adultos que él. Se trata de un personaje, ojo el de la literatura no el de Disney, muy oscuro. Borra la memoria de los niños. Y esa es la idea que cogimos. La tercera fue añadir a Per Pan un cúmulo de historias de otros autores como Julio Verne, Arthur Conan Doyle y Stevenson. Cuando terminamos el rodaje de la primera película, a los niños les regalé libros de todos ellos, precisamente.

Novelas que usted devoró cuando era un chaval. ¿Quién le inculcó ese amor a la lectura? Mi padre trabajaba en un restaurante y no tenía mucho tiempo libre, pero siempre me traía adaptaciones para niños de libros como esos. Con seis años ya me los había leído todos.

Al igual que con la primera entrega, usted se queda solo con la esencia rebelde de los mellizos de Escobar. Nada más. Eso dicen los fieles de Escobar. Pero las críticas hay que aceptarlas. ¿Se podía haber hecho una adaptación fiel del tebeo? Sí. ¿Tiene sentido? No. Al menos, para mí. Durante 40 años, Escobar apenas evolucionó. Ni siquiera en el dibujo. No lo necesitó para ser un éxito. Ibáñez, sin embargo, sí evolucionó. Hay que respetar lo que hizo Escobar. Pero yo tomo una decisión: tomo los personajes, no el costumbrismo, y me los llevo a mi terreno: los años 80.

¿Hay que ser un poco Peter Pan para hacer una película como 'Zipi y Zape'? No lo sé. El síndrome Peter Pan lo tiene mucha gente de mi generación. Y muchos de ellos son padres. Si lo controlas, está bien. En mi caso, como no tengo hijos, siempre me dicen que eludo responsabilidades. No sé, me gusta mirar atrás, pero no creo que la infancia haya sido la época mejor de mi vida. Fue maravillosa y tiene que ser maravillosa. Debería ser obligatoriamente maravillosa para los niños. Pero la vida se debe disfrutar en cada etapa.

La primera entrega hacía más hincapié en la aventura. En esta también hay mucha aventura, pero hay un viaje emocional de los mellizos. Sí, porque los chavales se dan cuenta de que no siempre tienen la razón. Ni ellos ni sus padres. Pero no quiero hacer películas ni con mensaje ni con doctrina. Hay un tema a tratar, así que se expone y que cada espectador saque conclusiones. Eso es lo que tiene que ser el cine, no decirte lo que debes pensar.

¿Qué es lo más bonito que le han dicho de 'Zipi y Zape y el club de la canica'? Muchas cosas. Muchas. Pero me acuerdo de un niño de cuatro años que, tras una proyección en Sundance, bajó las escaleras, me dio la mano y me dijo: gracias. Nada más [se emociona].